Un jardín de Jardieles (I)

Enrique Jardiel Poncela
Un ensayo de Guillermina Royo-Villanova publicado anteriormente en shadowline (El Zurdo)

Primera parte

Segunda parte

También pueden consultar fechas y acontecimientos en Mi GUíA Cronología de una vida anunciada (1901-1952)

He plantado un jardín de jardieles en mi cabeza que cuido y alimento con el mimo del jardinero de Tagore. Estas letras son la introducción a un ensayo en construcción que escribo sobre las obras teatrales de Enrique Jardiel Poncela.

Una deconstrucción de un proyecto en el que trabajo sin prisas y con cariño fruto de mi admiración. Haré un análisis desde el punto de vista sociológico y lingüístico. Analizaré el momento sociocultural de principio del siglo pasado, la forma de expresión, los recursos literarios y situacionales, la propia vida de Jardiel, las influencias externas e internas, los miedos y deseos de este incomparable comediógrafo. Los que nos consideramos Jardielófilos, Jardielinos, Jardielistas vemos la vida como una de sus obras, drama y humor, vida que es muerte, realidad y fantasía. Ya lo dijo Calderón, la vida es sueño y los sueños, sueños son. Jardiel es el sueño más real, es uno de los autores más geniales que ha dado la dramaturgia en todo el mundo.

Enrique Jardiel Poncela

Que Enrique Jardiel Poncela no necesita explicación, que se lo digan a él que escribía con energía y desgarro la introducción y autocrítica de todas sus obras. ¿Por qué este empeño de Jardiel en explicarse?

A Jardiel le salió un grano en las posaderas, un sector radical de la crítica que le da la espalda, y es que como es sabido todos los genios son adorados u odiados, todo menos quedar en la indiferencia.

El carácter de Jardiel no podía soportar esto y no quiso dejarlo estar y abandonarse a pensar que para bien o para mal lo importante es que se hable de uno, confiando que a la larga quedará lo bueno; pero NO, Jardiel se enfrentó a estos críticos en una guerra que duraría toda la vida, eso si, alimentaba el fuego y la polémica que le mantenía en boca de todos, un trabajo agotador que no creo compense dirigido por el ego del autor. 

Jardiel, convencido de la honestidad y calidad de su trabajo, no podía condescender ni comprender que algunos no le entendieran. He llegado a pensar que sus autocríticas y prólogos son una prolongación de su obra: decía La Lupe “La vida es puro teatro”. Soy consciente de que mi mirada puede ser bizca -como buena bisoja-, que me meto en un terreno peligroso del que intentaré salir como lo hiciera Jardiel de sus complicadas tramas en un plumazo final, como si tuviera prisa para salir y esconderme entre bastidores, apercibida de ello trataré al autor con todo el respeto y admiración que le proceso pero sin cortarme un pelo, mi mayor temor son las feministas.

Mi única intención es acercar a Jardiel a todos aquellos que, o no le conocen o no le comprenden. La primera obra de Jardiel cayó como agua para mi ávida garganta, aclarándome la voz para gritar más fuerte ¡Señores sonrían que todo es tan dramático como cómico!  Los personajes de Jardiel hablaban en el idioma de la idea y género de vida que es para mí el humorismo del 27.

Para Jardiel el humor si no iba de la mano sí estaba muy cercano al surrealismo. Como me pasara con León Felipe o Luis Rosales en la poesía, con Jardiel descubrí que no estaba sola porque cuando el autor se derrama en sus obras el placer que siento no tiene trueque. El humor en las obras de Jardiel esconde una amargura enmascarada en ironía distanciándose de la realidad, un sentimiento que para mi es muy cercano y me crea admiración. Jardiel es la magia de hacer real lo irreal, creíble lo increíble gracias a lo absurdo de lo evidente, una duplicidad espiritual en el pensamiento y en la conducta. Tras terminar de leer todo su teatro sentí una necesidad casi obligada de acercar su obra a quién se prestase.

Ni misoginia ni machismo

Lejos de machismos y feminismos que tan de moda están, creo en las personas y hablando de arte en su capacidad y sensibilidad de asimilarlo. La mujer, en general, no entiende a Jardiel o lo rechaza por machista. Claro que era machista, España era machista. ¿Y qué? Disfrutémoslo bailemos con el machismo virtuoso y sin dobleces de Jardiel, un machismo totalmente comprensible en una vida en la que recibió de las ellas más palos que besos. 

Las mujeres en la vida de Jardiel

Jardiel Poncela vivió siempre entre mujeres, su madre, sus dos hermanas y sus amantes. Jardiel aspiraba al ideal femenino, la mujer tierna pero inteligente. El protagonista de Las cinco advertencias de Satanás un hombre decepcionado por sus amantes de las cuales siempre se cansa podría ser su alter ego. En contra de lo que pudiera parecer, Jardiel siempre tuvo devoción por la institución familiar y un gran sentido de la responsabilidad.

Enrique Jardiel Poncela, teatro

Lo de Jardiel es un machismo sano, tal vez -tras la temprana muerte de su madre-, debido a un complejo de Edipo que frustra cada relación. Un machismo directo, que no se oculta. Más dañino es el patriarcado misógino de otros autores como el de mi también admirado Jacinto Benavente, un machismo intrínseco en los diálogos, en el que se da por sentado y asumido que la mujer es feliz comprándose un sombrero, casándose con alguien de buena posición y paseando todo esto en sociedad.

El autor lejos de misoginias admiraba a un tipo de mujer culta y fuerte que no daba mucho juego en sus obras, por eso escogía el prototipo fatuo, posesivo, caprichoso y ruidoso que lucen mucho mejor en la comedia. Siempre estuvo muy unido a su madre a la que perdió a los 16 años. Marcelina Poncela Hontoria estudió en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid, estudios que compaginó con magisterio. Era una mujer fuerte y admirable, el tipo de mujer de las que Jardiel gustaba rodearse. Cuando Marcelina falleció Jardie la tenía muy presente, de hecho de alguna manera la mantenía viva llamándola «su muerta». El primer amor de Jardiel fue Josefina Peñalver, que desapareció tres meses después de dar a luz su hija Evangelina. Jardiel la crió con la ayuda de su hermana Angelina. Era mujeriego y se enamoró de mujeres como Carmen Sánchez García de los Ríos, una actriz que le dejó y le partió el corazón o Carmen Labajos, con quien tuvo a su hija Mari Luz. Como su madre, todas ellas eran fuertes, independientes, cultas y con carácter; nada que ver con los personajes femeninos de sus obras que suelen ser exageradas, vanidosas, manipuladoras y mentirosas… Se supone en su defensa que él no quería representar la realidad, sino un mundo imaginado, aunque lo que en realidad hacía era elegir del mundo real lo que le interesaba para parodiar y dar ritmo e hilaridad al guión.

Tal vez la imagen de la mujer esté actualmente más deteriorada con el nuevo feminismo. Hemos terminado insultándonos solitas y la gracia que nos hace pero bien lo expresó en tu obra Las cinco advertencias de Satanás, el diablo advierte y Jardiel divierte, como el público paga y la crítica pega. El machismo de Jardiel no ofende, no se oculta, ironiza y nos habla de una mujer que ciertamente existía como producto de una sociedad a la que empezó a curar la democracia. Sólo una mujer frívola puede ofenderse ante el espejo de Jardiel y quedan muy monas debajo de un almendro. Mucho han cambiado las cosas desde entonces pero no todo para bien, ya podría volver la pasión que España tenía entonces por el teatro, una buena razón que aprovechaban la mujeres para vestir sus mejores galas y mirar con el rabillo del ojo a la de al lado como si fueran parte de la obra.

Con esto, Enrique Jardiel Poncela no se detiene en un artificioso juego de ingenio. En su teatro se repite este tipo de mujer y las escenas de riñas conyugales o entre parejas, con imprecaciones y rotura de objetos.

Romanticismo escéptico

Jardiel no gustaba del romanticismo en escena y es que no hay nada más aburrido sobre el escenario exceptuando la ópera que tiene otros muchos recursos para salvarlo. Cuando tiene que decidir el corazón mejor que lo haga la cabeza, por ello no sucumbe a tratar el amor como tal, sino como un sentimiento cotidiano y frívolo tratado con ironía. Hablamos de un romanticismo escéptico y sátiro. El propio Shakespeare en el peor se sus dramas se valía de la ironía. Como dice mi amigo Hipólito García, “el romanticismo es un amigo íntimo muy amable” a lo que yo añadiría “y muy aburrido”. Por otro lado Jardiel, gracias a su destreza con la pluma, daba una pincelada de romanticismo a golpe de invisible tinta de limón haciendo juegos malabares con el erotismo sin llegar a caer nunca en la pornografía.

He mejorado a pesar de la penicilina

Es conocido el escepticismo que Jardiel sentía hacia los médicos. No sólo es latente en todas sus obras como iremos viendo a lo largo del ensayo sino que fue una convicción a lo largo de su vida, desde que muriera su madre de cáncer cuando el tenía dieciséis años, invadiéndole desde entonces ese remordimiento que le llevó a estudiar él mismo libros de medicina para a partir de entonces diagnosticarse a sí mismo y a su familia. Jardiel tendía hacia la medicina homeopática basándose sobre todo en el poder diurético de los espárragos, para terminar siempre siendo atendido por los médicos tradicionales, a excepción de su última enfermedad -cáncer de laringe-, de la que no quiso tratarse. Pero esta vez no fue por su rechazo a la medicina, Jardiel no quiso tratarse llevado por una depresión.

Muy jardielesca es La defunción del profesor Lerghundi  de  EL LIBRO DEL CONVALECIENTEun “horrendo drama” de medicina moderna donde el protagonista es un sabio médico e inventor que crea el “cardiómetro vital”, destinado a averiguar la fecha en la que uno va a morirse. Así pues hace él mismo de paciente o mejor dicho, de impaciente y decide experimentarlo en sí mismo y en su esposa descubriendo que va a morir nueve años antes que su mujer, con la impresión de la noticia al profesor Lerghundi le da un patatús y se va al Triana muriendo once años antes del que tenía que morir.

El hombre que nació antes de tiempo…
Enrique Jardiel Poncela

Un título resultón que he oído mucho y con el que no comulgo. Jardiel nació cuando debía nacer y el resultado de su obra es la consecuencia de ello. Yo no creo en las casualidades, no pienso que lo casual sea una explicación a nada sino una consecuencia.

Este grupo de autores del que venimos hablando surgió al refugiarse de la realidad a golpe de humor, una nueva dramaturgia que comenzó antes de la guerra civil. Más allá de divagaciones existenciales, Jardiel aún hoy por hoy no es recibido ni entendido como merece. 

Transgresor y atrevido rompe con una conciencia social que dudo cambie nunca: las bases de la sociedad, la gran mentira nunca entenderá a Jardiel. Un hombre que nos explica el teatro de la vida a base de situaciones absurdas mantenidas sobre las tablas de la realidad.

España pasaba los años más duros de la historia reciente, esa no es época en la que nadie desee nacer, pero el español es muy diferente al resto de los europeos, el español tiene intrínseco -o tenía-, en su ADN la picaresca, el humor, folclore y vitalidad (o tenía, tal vez nos haya afectado el agujero en la capa de ozono). Lo que hizo Jardiel junto a otros integrantes de la llamada por López Rubio “otra generación del 27”, fue una llamada a la alegría.

A los que afirman que se adelantó a su tiempo, como si de un piropo empático se tratara, les diría con el fanatismo jardielesco que me arrasa, que Enrique Jardiel Poncela nació cuando debía nacer (eso sí, se adelantó a todos los tiempos).

 “Sin Ramón Gómez de la Serna, muchos de nosotros no seríamos nada. Lo que el público no puede digerir de Ramón se lo damos nosotros bien masticado para ser digerido, y lo acepta sin pestañear” 

Enrique Jardiel Poncela
Enrique Jardiel Poncela

Vivía España un momento muy especial y eso se reflejó también en la literatura. A principios del siglo pasado nacieron y se unieron en vanguardia una serie de escritores con ganas de renovación, Dios los crió y ellos se juntaron. Miguel Mihura, Alejandro Casona, Javier López Rubio y Neville serían algunos de sus compañeros en esta aventura. Enrique Jardiel Poncela sería de los primeros tras la estela de Lorca en introducir el surrealismo en el teatro, para llegar a lo que se terminaría llamando el teatro de lo absurdo, que nada tenía de absurdo.

Antes de llegar la otra generación del 27 en el Teatro español imperaban dos vertientes, la seria con Jacinto Benavente (que de seria no tiene nada pero así era entendida), decir que su crítica social es de las más humorísticas y descarnadas que he encontrado en la literatura española. Junto a Benavente, Linares Rivas y los neorrománticos Marquina y Villaespesa o los hermanos Machado. El genial Valle Inclán, Unamuno, el humor intelectual de Azorín, el humor surrealista de Lorca… un teatro que no hacía taquilla.

Por otro lado encontramos el teatro cómico convencional, el del chiste, el doble sentido y juegos de palabras como el de Arniches o los hermanos Álvarez Quintero y el Teatro que seguía la astracanada de Muñoz Seca y de Pedro Pérez Fernández, pero el retruécano re-cansa (sic) y fue entonces cuando apareció Enrique Jardiel Poncela, bien heredado de su amigo Ramón Gómez de la Serna, del periodista Julio Camba, de Wenceslao Fernández Flórez, Jardiel trajo una serie de libertades  y de transgresiones, un humorismo distorsionado, absurdo, iconoclasta e intelectual que ataca los mecanismos de la inteligencia: dicen que huía del chiste fácil, pues a veces si y otras no (en algunas obras es más predecible que en otras pero combinadas con buena dosis de ese su cinismo moderno en el diálogo escénico), ese humorismo elegante y virtuosismo en el lenguaje, su firma es admirable e inconfundible. 

El salto de esta generación fue del teatro cómico al teatro del humorismo, el humorismo evita lo cómico ya que lo cómico es la tumba del humorismo, el humor es puro sentimiento, una situación trágica que termina en sonrisa o una alegre que termina haciéndote llorar para volver a ser rescatado por la tragedia de la risa. Cuando Ortega y Gasset dijo que “el arte nuevo era fundamentalmente cómico” tal vez debió decir humorístico. Este nuevo teatro desaparecería en los años cincuenta con Buero Vallejo, cuya lucha contra la injusticia se plasmaría de una forma más comprometida y dramática. 

 Jardiel era un experto en complicar las situaciones para luego arreglarlas e introducir el temor con humor unido a lo imaginario aunque en todo momento se mantiene la conexión con lo real, esto es lo que el mismo Jardiel llamaba ” la locura en libertad vigilada”. La irrealidad como alma de la realidad y justificada por ella, algo muy contemporáneo. Jardiel trajo una sonrisa nueva, dio la vuelta al humor en medio de un panorama ávido de cambios, con sus consecuentes problemas con la censura. Parece que por aquél entonces la incomprensión al autor era tan elevada que incluso fue tachado de franquista por los exiliados políticos en América, lo que le llevó a consecutivos fracasos y problemas en Uruguay.

Se puede pensar que su obra no fuera censurada suena sospechoso pero Jardiel se cuidó de no traspasar algunos límites. Tal vez, su libro más arriesgado fue La Tourneé de Díos, una novela dedicada: A Dios, que me es muy simpático. Pero este libro se editó cuando España se regía por el sistema republicano, no era un libro de circunstancias y a pesar de que el humor suavizase su temática fue censurado antes de la guerra. En sus propias palabras : No me valgo de un régimen democrático, ni de la hegemonía del liberalismo, ni del éxito del laicismo para burlarme de las derechas…No sólo no es un libro escrito contra las derechas sino a pesar de su aire irreverente ESTE LIBRO NO ES UN LIBRO ANTIRRELIGIOSO.¿ Por qué no es antirreligioso este libro? ¿Quizás porque tampoco es antirreligioso su autor?  ¡Ay! EL AUTOR: (suspirando) – ¡Cualquiera sabe ya lo que es uno! 

Hago referencia a estas palabras porque aunque la tournée no sea una obra de teatro si lo es, porque es una novela dialogada y uno de los puntos que desarrollaré en el venidero ensayo se centrará en sus introducciones, auto críticas y en cómo, en contra de lo que defienden algunos, Jardiel si sometía a su obra a una auto censura tanto en pro de mantener su público como para no tener problemas con el régimen de turno. El espectador en general miraba a Jardiel con escepticismo, recordemos que estamos tras la segunda guerra mundial y en una España en pleno conflicto.

El innovador teatro de Jardiel
Enrique Jardiel Poncela, teatro

Para Jardiel una obra de teatro escrita no existe hasta que es representada, necesita a su público, lo que por un lado parece respeto a este público estoy segura que enervaba terriblemente al autor, esa condescendencia obligada que le llevaba a hacer las obras más comprensibles o masticadas debía de sentirlas como una amputación a su imaginación desbordada. Jardiel llegó a modificar textos, diálogos, situaciones y auto censurarse actos enteros para llegar a todos los públicos, una pena, pues talvez el público del auténtico Jardiel no fuera mayoritario pero si fiel y agradecido. No quiero decir con esto que cayera en absoluto en los tópicos y chabacanería popular, porque a pesar de los cuidados y moderaciones que tuvo Jardiel Poncela en sus obras mantuvo siempre un humor inteligente jugando con la inteligencia y la razón -que pocos llegaban a entender-, esto unido al don del verbo fluido y preciso hace que sus trabajo sea de una calidad exquisita.

Su teatro inverosímil, pone todo patas arriba pero lo hace claramente. Es decir, se sumerge en proceso lúdico muy cerca de lo imposible; algo que lo que por un lado le llevó a ganarse un público entusiasta y por otro desconcertó al que no podía seguirle. Éste público más obtuso fue implacable y le atacó con abucheos y mala sangre.

Y hablando de innovaciones en el teatro, Jardiel como diseñador jugó a ser arquitecto diseñando un edificio de Teatro Giratorio, que emulaba el “teatro total” del fundador de la Bauhaus, Walter Gropius. A diferencia de los escenarios circulares giratorios que prescindían de mucho espacio, Jardiel diseña un invento en el que las escenografías giran al rededor de un patio de butacas combinado con una serie de ascensores. VIDEO EL INVENTO

Es muy difícil hacer lo que él ha hecho, inventar este género atrevido en un ambiente escénico como el nuestro.

Alfredo Marqueríe

Sus obras discurren entre lo in musitado, la sorpresa y la magia. Su imaginación y poesía llevan al público a soñar en una suerte de lirismo del humor.

La magia le rondó siempre, en el arte de las sorpresas, en el enredo de las entradas y salidas, en los trucos de puertas secretas y apariciones de seres extraños, motivos aclarados con precisión en el desenlace.

Con su primer gran éxito Una noche de primavera sin sueño (1927), comprendió que la dramaturgia le aportaba más económicamente que la narrativa, aunque después publicó dos novelas: Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?  y La tournée de Dios. (Para entonces ya había publicado Amor se escribe sin hache y Espéreame en Siberia, vida mía.)

Insisto en que, consciente de la importancia del espectador, siempre lo tuvo presente a la hora de escribir sus obras, incluso en alguna los actores se pasean por el pasillo haciendo sentir a la concurrencia ser parte de la obra. Lo que sentía Enrique Jardiel Poncela hacia su público no era tanto respeto como obsesión y deseo de taquilla, el público es el alimento de una obra y de la que aún está por escribirse. Intuyo una relación de amor y odio con su público, con independencia de sus fieles, porque gracias a Dios (ese Dios que se pasea por la tierra en Tournée) siempre tuvo seguidores que no dudaban de su talento, palabra que se nos hace epíteto acompañando el nombre de Jardiel. Aun así fue y continúa siendo un gran incomprendido.

Esta obsesión con el público puede parecer contradecirse con la propia opinión de Jardiel sobre su Teatro: admirador de Lorca, ambos declaraban querer romper con el teatro clásico y así lo hicieron. Federico trajo el Teatro “bajo la arena”, lo que hoy se entendería como un Teatro underground con una Barraca itinerante que viajaba por la península; Jardiel Poncela por su parte quería combatir el teatro que nace para complacer el gusto del público, lo que llamaba el teatro asqueroso. Rompió y alumbró la herencia de Ramón Gómez de la Serna, es innegable, pero su ruptura no consistió tanto en no hacer caso a la demanda sino como crearles otras necesidades, una nueva perspectiva, una forma diferente de entretenimiento, pero bien cuidada de gustar.

a suivre…

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grvpatrimoniocultural

Guillermina Royo-Villanova (1975) Escritora y pintora. Combate la farsa y el encorsetamiento utilizando el humor como herramienta subversiva; en su discurso cuestiona lo establecido -no como invitación a la inconsciencia sino para ser consciente de otra manera-. Como continuidad a este género de vida sus poemas tratan la vida en toda la extensión de su salvaje belleza y ve en la catástrofe un motivo de conquista, sintiendo en la adversidad un motor suficiente. Como activista cultural organiza eventos culturales e imparte cursos y conferencias. Ha colaborado en La Razón (Arte), El Mundo, Yo Dona, El Cotidiano, Culturamas, Entretanto Magazine, El Imparcial, Tarántula Cultura, Pegando la Hebra y El Estado mental Radio.

Autor: grvpatrimoniocultural

Guillermina Royo-Villanova (1975) Escritora y pintora. Combate la farsa y el encorsetamiento utilizando el humor como herramienta subversiva; en su discurso cuestiona lo establecido -no como invitación a la inconsciencia sino para ser consciente de otra manera-. Como continuidad a este género de vida sus poemas tratan la vida en toda la extensión de su salvaje belleza y ve en la catástrofe un motivo de conquista, sintiendo en la adversidad un motor suficiente. Como activista cultural organiza eventos culturales e imparte cursos y conferencias. Ha colaborado en La Razón (Arte), El Mundo, Yo Dona, El Cotidiano, Culturamas, Entretanto Magazine, El Imparcial, Tarántula Cultura, Pegando la Hebra y El Estado mental Radio.

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