Un ensayo de Guillermina Royo-Villanova
Introducción
Dispuesta a escribir sobre el humorismo supongo que corro el peligro de que el humorismo termine escribiendo sobre mí.
Este simpático mecanismo de defensa que llamamos «humor», esa lógica sutil que nos consuela de lo que somos, puede y debería convertirse en un género de vida. Por otro lado, altamente contagioso.
El humor, a diferencia de la risa, requiere una mente ágil y flexible y viene para redimirnos de la opresión del sistema, para liberar tensiones y engrasar el forzado engranaje social, NO para establecer un Statu Quo, eso ya corre a cuenta de la flexibilidad e irritabilidad del veloci-receptor o veloci-retractor. Muy al contrario, el humorismo en esencia imposibilita una verdad absoluta porque trabaja con las contradicciones y sus contrarios. Es más, es la esencia de la sensibilidad, la ternura del miedo, no hay ética sin humor. Claro que la mayoría de las veces la perversión no está en el hecho si no en el ojo del pervertido, vamos, que nada desenmascara al ser humano como la broma que le ofende.
La empatía es esencial para esto de las risas, sólo así uno puede reírse del personal sin que se confunda con un ataque; claro que últimamente han proliferado los «ofendiditos», personajes que se dan demasiada importancia y que sistemáticamente atacan lo que no entienden o no comparten. Estos seres mal humorados están a la merced del resto y eso es lo que más les cabrea. Suelen ser de gatillo fácil en las redes y da la impresión de que están buscando algo de lo que quejarse. Lo mejor ante estos síntomas es observarse a uno mismo, una sencilla práctica que estimulará su sentido de humor y reforzará el absurdo porque el humorismo nace del drama de vivir y verse vivir. Es mejor que te rías de ti mismo antes de que se rían los demás y es que el humor no degrada, sólo nos recuerda que ya nos ha degradado.
Hoy en día al humorista se le toma demasiado en serio, seguramente porque nos hace pensar antes de reír y desenmascara el postureo. Si esta sociedad hipócrita disfraza las contradicciones, el humorismo las desnuda sin pudor. Y es que la apariencia es un error del entendimiento. En cambio el humorismo es la mejor herramienta para desnudar la crudeza de la verdad, sin tapujos, que en el fondo es lo que todos saben y pocos cuentan. En este fin también os puede ayudar el orujo de hierbas. Como cantaba Chavela… Que el maquillaje no apague tu risa…
El humor es transgresor y esta «Era de la Apariencia» es de sayo dogmático. Donde no hay sentido de humor, hay dogma, incluso la literatura sin humor es un sermón. Por lo general los seres ridículos rechazan le libertad del humor porque saben que tiene la capacidad de reconocer lo que es pretensioso, pomposo, afectado y absurdo.
La mirada humorosa es siempre panorámica. Se dirige hacia el mundo en general, no va dirigida a un ser concreto y es esta tolerancia general la que se ríe de los disparates de la humanidad. Esta es la razón por la que el «ofendidito» resulta ridículo al demostrar sentirse centro y juez del humor. El «ofendidito» se sentirá «ultrajado» porque posee un ego terrible directamente proporcional a sus complejos y cree que el humor siempre habla de él.
Ajeno a estos pelmazos quejosos, el humorismo se sabe romántico, se proyecta en todo lo que está a su alcance. Es de esta conciencia de sí de donde nace la parodia del yo. No es una invitación a la inconsciencia sino a ser consciente de otra manera. Se subjetiva para liberarse desordenando todo valor objetivo jugando con la imaginación. Lo risible es una paradoja beoda de creatividad entre lo que se experimenta y lo que se piensa, un acto reflejo espontáneo y liberador. Nada más, es un juego, un sentimiento disfrazado, una lágrima alegre, un «yo qué sé que sé yo», un género de ficción que baila con el hiperrealismo y cura con ilusión. El humor embellece los defectos dándoles un oficio. Es un deber sagrado para con el prójimo que comienza en uno mismo. Se comparta o no la crítica hay que respetar el humor porque es la salvación del hombre en vida. No es que uno se ría hasta de su propia sombra, es que la esencia del humor suele estar en la sombra que se alarga y se acorta en infinitas formas. Venero el humor porque como el Amour Fou, nos aleja de lo cotidiano, es indefinible, inalcanzable, transitorio, cambiante… y está siempre más cerca de lo trágico que de lo cómico. Nada es tan inconstante e incierto como nuestra noción del humor en general.
Como vemos, el humor es algo muy serio. Incluso el denostado humor negro -el humor por antonomasia-, nace de la empatía y la ternura porque ama lo malicioso hasta hacerlo desistir.
Abandonemos la amargura, aceptemos la crítica y defendamos y cultivemos el humor porque todo es risible y el TODO es inasequible a las balas del odio, el rencor o la venganza de sus detractores. Claro que hay humores que matan pero no pierdan el tiempo en intentar abolirlo porque el humor no es el enemigo de nadie más que el cómplice de todos. Poner límites al humor es limitarse a uno mismo.
Cómo explicar a algunos que el humor que se ríe, por ejemplo, de los colectivos que fueron en su día víctimas de un poder opresor sólo se ríe -a toro pasado-, de ese poder opresor, de ese pasado oscuro, sólo señala con prejuicios la propia violencia en el prejuicio. Cómo explicar a algunos que, con humor, el lenguaje de la exclusión denuncia al propio lenguaje de la exclusión, y al mismo tiempo se mofa de este nuevo puritanismo que intenta poner límites al humor.
Relájense, ríanse y disfruten porque al final no somos más que la paja en el ojo ajeno, necios mortales, una argamasa de carne, criticable, equívoca, ambigua y confundida con el mundo material.
“ Gravedad e importancia del humorismo” (1928)
Fragmento del capítulo “Ismos“ publicado en La Revista de Occidente en 1928:
La actitud más cierta ante la efimeridad de la vida es el humor. Es el deber racional más indispensable y en su alcachofa de trivialidades, mezclada de gravedades, se descansa con plenitud. Se sobrepasa gracias al humor esa actitud en que sólo se es profesional del vivir, en toda la sumisión que presenta ese profesionalismo (…) El humorismo es una anticipación, es echarlo todo en el mortero del mundo, es devolvérselo todo al cosmos un poco disociado, macerado por la paradoja, confuso, patas arriba. Cuanto más confunda el humorismo los elementos del mundo, mejor va.
Humorismo según Baroja , La Caverna del humorismo (1919)
Es indudable que allá dónde hay un plano de serenidad, de respetabilidad, hay otro plano de risa y burla. Lo trágico y lo épico se alojan en primer plano, lo cómico en el segundo, el humorista salta continuamente de lo uno a lo otro y llega a confundir los dos, de aquí que el humorismo pueda definirse como lo cómico-serio, lo trivial trascendental, la risa triste, filosófica y cósmica. Esta mezcla cómico-romántica, cómico-patética, cómico trágico, un gesto agridulce que es el sabor de las obras de humor.
El que sonríe mejor, también sonríe el último
El alegre llanto
El humor coexiste con la risa pero no es lo mismo. Para Kant nos reímos cuando somos insensibles ante la falta que presenciamos; cuando se espera algo grande y la esperanza se resuelve en nada. Lo que reconfirma Richter al decir que reímos cuando hay desproporción entre el esfuerzo y el resultado. Esto es, cuando satirizamos egoístamente, cuando no somos nosotros los que estamos en una situación chusca, aún temiendo que nos llegue o ya habiendo pasado por ella, porque ante el dolor o la muerte, señores, somos todos iguales. Hasta aquí, la risa parece un eufemismo de humor, esa manera de representar la realidad que Kant entiende como respuesta a una incongruencia, poniendo en valor la ambigüedad, la imposibilidad lógica, la irrelevancia y la inadecuación. En cambio, para Hobbes el humor surge de la gloria de una inspiración espontánea al sentirse superior a los demás. En cuanto a esta teoría de la superioridad, Aristóteles y Platón hablan de la agresividad que el humor despierta. Por mi parte y sin generalizar, opino que esa superioridad no nace del virtuoso o el inspirado de turno, más que del individuo contrariado, el interlocutor que al no entender el sentido último del humor se siente agredido. Esta actitud de enfado es la que otorga la supuesta superioridad al chisposo que, por seguro, reirá dos veces ya que en ningún momento pensó en las limitaciones del ofendido. Un ser irónico no mirará por encima del hombro a nadie que esté a su altura. En palabras de Schopenhauer… «la risa irónica advierte al adversario vencido cuán diferentes eran sus pensamientos con la realidad. Por eso el adjetivo ridículo es ofensivo».
Como defensora del humor a ultranza, sostengo que el humor puede suscitar contrariedad al estulto -que lo es por arrogante-; el que se da siempre por aludido o se identifica con los posibles damnificados… ahí sea un gato cojo. Por otro lado está la risa exagerada del palmero que multiplica esa agresividad y desenmascara a otro idiota. Es por esto que es necesario disociar los dos conceptos porque a veces la agresividad sólo la desata la risa grotesca. Una lágrima de alegría ahoga carcajadas, la carcajada es la sepultura del humorismo y sí, el humor inteligente está reservado para las mentes privilegiadas provistas de empatía, en las antípodas de la inmoralidad y la arrogancia. Aún así cuando este humor es aplaudido con exageración y falta de control pierde su esencia mágica, ese idioma cómplice irónico o surrealista que se traduce en un guiño hilarante para convertirse en algo satánico y aberrante. En definitiva, tanto los ofendidos como los palmeros pueden llegar a arruinar tertulias sublimes. La risa ha de ser humilde o no será.
Sigmund Freud explica el humor como un fin para socorrer al hombre, una forma de liberarse de la represión y de ahorrar. En época de crisis es recomendable no gastar, en cambio el humor es muy consumido porque en el fondo es un ahorro de sentimentalismo: río por no llorar y me llevo cuatro y así nos salen las cuentas a final de mes. Nietzsche da en el clavo cuando se refiere a la risa diciendo que «El hombre sufre tan profundamente que ha debido inventar la risa» (aquí el humor es una catarsis para el espíritu como la risa lo es para algunos cuerpos). La risa es dionisíaca y el humor apolíneo y aunque la vida debería tener un poco de cada, la risa es más agradable para todos cuando no se desata. Para el filósofo alemán la potencia intelectual de una persona se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar.
La risa entre los humanos y los buzos está frecuentemente ligada a disociarse de acontecimientos que suscitan inquietud y que se asocian con la desgracia, propia o ajena. Un acto espontáneo por la pasión súbita que nos provoca nuestra propia excentricidad. Así la risa nerviosa viene a ser un acto fallido del subconsciente. Desde este punto de vista el humor se constituye en un acto de purificación que permitiría evacuar esta violencia, nacida de la frustración y del sufrimiento. Una vez más en este caso el humor está ligado a la risa, pero sólo tienen una relación secundaria y no necesaria; más bien son los hermanos incestuosos que mejor harían llevándolo en silencio. Y es que la risa es un proceso fisiológico que surge de un cambio psicológico agradable -la liberación de dopamina-, y los sentimientos -buenos o malos-, deberían expresarse con moderación. En La República escribía Platón: « …no conviene que los guardianes sean gente pronta para reírse, ya que, por lo común, cuando alguien se abandona a una risa violenta, esto provoca a su vez una reacción violenta» Mejor veo yo la edípica relación del humor y la sonrisa. Confieso que me reconcilio con la risa cuando la veo como símbolo de unión y mecanismo de comunicación aunque siempre tiene su lugar. Me ilusiona esas ganas de crear un vínculo mediante el buen rollo. Eso sí, me reconcilio mientras esa risa sea moderada, mientras se quede en un leve acto social y reconciliador. Porque en ese afán de ser aceptados el acto de reír puede convertirse en un tic por necesidad de desahogo espiritual, un vicio incontrolado, exagerado y esperpéntico.
Dentro de la sociedad y del diabólico sistema que hemos perpetrado, el humor reparte a diestro y siniestro. Desde el nuevo rico, al pobre, el nuevo pobre, el rico de toda la vida, los hombres, las mujeres, los elles esos, los elles aquellos, el del pueblo de al lado, el de otra raza, el feo, el guapo el tonto, el cuñao… TODO es objeto del humor y casi siempre mal intencionado, esta burla es la que convierte la risa en denigrante; en cambio la sonrisa expresa: joder, hoy le toca a éste, a mí me tocó ayer. Basta ya de ofendidos abanderados de la estulticia y los complejos porque señores, estamos todos en la parrilla del humor y censurar a los que aún lo tienen sólo nos llevará a una convivencia más triste.
El humor vendría a desempeñar una función purificadora parecida a la de las lágrimas, pero diferente en cuanto a que el humor supone una separación de y no una identificación con el objeto que es soporte del mismo, un desaprecio y no una compasión. No hay nada más cruel y cínico que el humor compasivo. ¡Ah, si! El humor dirigido a un sujeto, al cual generosamente se le deja elegir entre no entenderlo o convertirle en objeto, obligando a reír al receptor, por lo que resulta doblemente imbécil, y ¿por qué no se le insulta directamente? En estos casos comprendo a Richter cuando definía una de las caras del humorismo como una idea que aniquila, en este caso aniquila el objeto y al sujeto. Alonso López Pinciano escribió su propia teoría de la comedia, Philosophia antigua poética.(1595), donde decía que «la risa está fundada en un no sé qué de torpe y feo».
El humorismo es un género de vida en cuanto a que es el arte de lo deconstruído que se vuelve a inventar, restaurándose la bondad que se ha aniquilado en el proceso. Y en este proceso coincido con Ruggero Bonghi cuando utilizaba estas palabras para definirlo “agria disposición para descubrir y expresar lo ridículo de lo serio y lo serio de lo ridículo humano” (un buen elemento este pensador y escritor italiano que he descubierto durante mi documentación, al que sin duda dedicaré en el futuro más tiempo).
Claro que «el Humor» puede ser muy cabrón, de hecho cuando no está domesticado por ningún dogma, suele ser combativo y para disimular este sentimiento ruin los clásicos -concretamente los artistas de los teatros ambulantes italianos del SXVII-, inventaron una definición de la comedia para su consuelo: “Corrijo las costumbres riendo”. Una vez más, la risa social no arregla nada aunque mejor es hacer sonreír al pueblo, como haría Moliere, intentando suavizar las pasiones antes que negarles la risa. Nada cambia a lo largo del tiempo en el hombre a la hora de reír. Seguimos encontrando preciosas muy ridículas y enfermos imaginarios.
El humorismo parlamentario
Si la risa libera tensiones, el humorismo viene de la desesperación por un hecho que no tiene remedio. No es un antídoto inmediato, sólo hace las cosas más llevaderas, pero ¿es esto perjudicial para la sociedad?, ¿te aleja de resolver el problema?, ¿anestesia y consuela hasta tal punto? No, por supuesto que no. El humor cuando es profundo es triste y filosófico. Una viñeta despertará la opinión más que atontarla. Esta versión de que el humorismo es malo para el pueblo nace de los mandatarios que lo temen como temen la cultura. La censura no existiría en el humor si fuera un elemento anticultura, sino todo lo contrario; como dijo el Che, “un pueblo desinformado, es un pueblo sin opinión” refiriéndose a la información que se nos niega o adultera… El humor filtra la información y la convierte en opinión, una opinión que compartida o no, nunca te deja indiferente. En cualquier caso, si un humorista gráfico crea un vínculo de simpatía con sus lectores hasta el punto de influir en ellos gracias a la desinformación de éstos, se convierte en alguien muy peligroso y temido por los oradores políticos, ya que no sólo influirá sobre sus seguidores sino que encima lo hace con gracia y simpatía, lo que hará que se prolongue su legislatura. El humorista puede tanto crear simpatía por la empatía como empatía por su simpatía; puede incluso sacar una sonrisa a los que no compartan su opinión.
Los grandes pensadores son los menos, las personas apenas tienen tiempo para ganarse los cuartos y atender a sus deberes esclavizastes. Solucionen esto y no tendrán que temer al humor popular. Es por esto que el humorista gráfico tiene tanto o más poder en una sociedad que el periodista de opinión y es mucho más peligroso porque juega en una liviana frontera con el despiste. No existe el juez consagrado de la ironía gráfica, aún en su obviedad. Lo que realmente compensa a un gobierno es llenar la televisión de basura radioactiva con sus consecutivos tumores cerebrales e impedir que una nación piense y pierda el miedo bajo su control. Si el mal humor se alimenta de la ignorancia… la sátira es peligrosa porque libera al hombre se sus miedos.
El Roto y Mingote han sido mis filósofos contemporáneos más admirados, en cuanto que su lógica del absurdo trascendente es la filosofía que aspira a la totalidad.
Nada habla de un país como sus publicaciones humorísticas, que en algunas etapas de la historia llegan a ser lo más serio que se publique. Ya Azorín escribía en 1913 a propósito del humorismo: “El capítulo de eutrapelia, del divertimento espiritual es sumamente importante en la historia del desenvolvimiento humano; haciendo la historia de la ironía y del humor, tendríamos hecha la sensibilidad humana y consiguientemente la del progreso, la de la civilización. La marcha de un pueblo está en la marcha de sus humoristas”.
En concreto la crítica y opinión de los humoristas gráficos, independientemente de su calidad artística, llega más al pueblo que la del orador y el periodista de opinión y esto se debe al vínculo entrañable que crean con el lector. La primera intención del viñetista es hacer pensar y reflexionar. Como decía Tono en aquella viñeta que dejándola en blanco rezaba a su pie: “No somos nada querida”, viñeta que le costó cobrar al entregarla en su redacción, ¿Pero cómo le vamos a pagar una viñeta en blanco? …Y es que, no somos nada.
El humor gráfico nos proporciona información en el aspecto cultural, el estilístico y el sociopolítico. Uno no ha hecho nada -ni bueno ni malo-, si no ha sido retratado en una viñeta de alguna publicación importante.
Melancolía
El humor forzado es insoportable. Prefiero que me persiga un acordeón con un hombre colgando a un hombre que no para de contar chistes. Le cuelgue lo que le cuelgue.
El origen del término humor viene de la teoría fisiológica hipocrática de la medicina helénica, en la que los cuatro humores del cuerpo regulaban el estado de ánimo: la bilis, la flema, la sangre y la bilis negra. Los griegos pensaban que el carácter humorístico corresponde al humor sanguíneo. La preponderancia de un humor sobre otro determinaba un carácter, así hoy todavía hablamos de coléricos, flemáticos, biliosos, sanguíneos y melancólicos. Estos últimos son mis preferidos: melás-kole, en griego, negra bilis o humor negro, el humor por antonomasia. Para cuando se dieron cuenta que nada tenía que ver la bilis y la sangre con el humor, el término ya era un sinónimo de inclinación a un carácter o temperamento. De ahí el buen humor y la mala leche. Lo que sí podemos deducir de esto es que el humor es transitorio y cambiante.
El humor negro hace más útiles los temas serios satirizándolos. Cuando hablo de humor negro me vienen a la memoria las pinturas negras del desconocido humorista Goya, en especial Saturno devorando a un hijo, ya que la melan-colía está directamente vinculada con los hombres guiados por Saturno. En contra de lo que se opina, el humor negro es cruel pero no más primitivo que el blanco, sólo más atrevido en cuanto a que suele saltarse los tabúes establecidos. La muerte es su tema preferido, compartido con los malditos y suicidas (parece que alguno cree que pueda escapar de ella si no la nombra).
El humor inteligente está dirigido a un público preparado visual e intelectualmente, con una sensibilidad y experiencia determinada que le da capacidad para realizar todo el proceso de entendimiento; para ello debe estar en un contexto y tener un reflejo humorístico y un receptor cómplice y empático. En el caso contrario lo que nació para buscar complicidad puede terminar como el rosario de la aurora o como mal menor: que el interlocutor piense que eres idiota. Está claro que para un efecto cómico hay que medir siempre quién te va a reír la gracia y sacrificar o condescender con el resto. En fin, uno puede reírse de todo pero no con cualquiera.
Esta definición del llamado «Humor inteligente» llega a ser exagerada por Hegel que lo defiende como una actitud especial del intelecto y del espíritu por la que el artista se pone en el lugar de las cosas. Esto puede confundirnos ya que nos lleva a pensar en el humorismo como una adivinanza complicada reservada a unos pocos. No creo que estas limitaciones se encuentren tanto en los individuos más que en la manipulación social de estos, por lo que liberarse un poco de la esclavitud del sistema podría hacernos hasta parecer más inteligentes. Por otro lado la libertad de pensamiento fomenta la imaginación que en este caso es más importante que el conocimiento. El truco está en liberarse de modas y moralismos populares que hoy en día vienen a representar la mente retorcida y perversa de la censura. En realidad, en las artes no hay nada más inspirador que dar esquinazo a la censura, el problema es que hoy en día la reprobación está dictada por la opinión de la incultura que ha invadido las redes. Todo lo político apesta, también lo políticamente correcto.
Este hecho ha conseguido que muchos periodistas y humoristas se autocastren pasando todo por ese filtro censurador enemigo de lo risible. Tras terminar la censura franquista la nueva permisibilidad terminó con el carácter transgresor y la imaginación de los creativos; hoy en día la desaprobación y el vituperio está en manos de la opinión de la masa, una tragedia que difumina el problema e impide solucionarlo. Ahora parece que sólo te puedes reír en casa. Por un tiempo la libertad de costumbres industrializó las perversiones que perdieron su carácter subversivo, el desastre es que hoy en día esta censura está en manos del hombre masa. Hay que aclarar que, como bien diría Ortega y Gasset, la división de la sociedad en masas y minorías no es una división en clases sociales, sino en clases de personas. Es decir, dentro de cada clase social hay masa y minoría auténtica.
Esta masa abúlica es dócil a todas las disciplinas populares por eso está siempre disponible para fingir ser cualquier cosa. Conozco tipos que se hacen pasar por feministas para ligar. El hombre masa tiene sólo apetencias, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga. En internet se han topado con un paisaje seguro, inmediato y lleno de posibilidades sin depender de su previo esfuerzo. Estas vainas de ser humano, normalmente ocultas bajo un apodo internáutico -nick name-, son las que están intentando acorralar el humor con sus denuncias. Ahhhh, pero se han topado con un medio de progreso tan individual como social, hábil e imposible de atrapar. No se puede atacar con fanatismo al antídoto para el fanatismo.
Ríanse porque la situación es desesperada pero no grave. Sólo el que no tiene humor está en proceso de muerte y es que podemos envejecer con humor pero sin humor se envejece. No merece la pena tomarse la vida tan en serio, si no vamos a salir vivos de ella. Al final, la vida es tan graciosa ante la muerte como seria ante la risa.