«El aprendizaje del miedo» un poemario de Paco Ramos Torrejón
«Que no se llore mi pena»
Hace más de un lustro el poeta Paco Ramos Torrejón se revelaba contra la desvinculación de la realidad en la poesía. Algo que por otro lado, es bastante complicado porque ya se sabe que toda la vida es sueño y los sueños sueños son. El universo onírico se despliega en cuanto que vivimos en una realidad menos favorable. Siquiera la poesía tiene esa labor porque la vida es bella en tanto que se acaba. Torrejón sabe que el sueño es tan legítimo como la vida pero nos recuerda que es importante saber que la vida sueña porque se sabe finita.
En aquella época tuve el placer de prologar El aprendizaje del miedo de Paco Ramos Torrejón (2016). Me gustó mucho acompañar a mi amigo en el andar lateral de su crustáceo. Crustáceo cabrón que le bastó a Paco para darle un oficio al miedo. El tema es que llevo unos días dándole vueltas y creo que me faltó algo. En realidad ni el prólogo ni la presentación del libro era lugar para ello. Siquiera creo que a Paco le hubiera gustado entonces. Hoy he encontrado el lugar.
Cuando escribí el prólogo me centré en elogiar esta valiente loa al dolor y al lento camino de aprendizaje al que nos obliga el miedo. Lo hice pensando en qué tanto el miedo como la muerte une a todos los seres humanos. Tarde o temprano todos nos enfrentamos a ello. Incluso en la presentación me atreví a introducir humor cuando comenzaron a aflorar lágrimas en la mesa y entre el público. Pero el virtuoso dolor -nada llorica-, que nos trajo Paco devenía de un hecho concreto: El cáncer le había ido arrebatando a su madre.
De mirar al cáncer a los ojos
A pesar de que por la encarnada cubierta del libro corroteaba un cangrejo, en la presentación tampoco nos centramos en el cáncer a pesar de ser la lacra del SXXI. No lo hicimos porque sentíamos que el dolor individual es el dolor colectivo. Así, aunque sus poemas partían de una experiencia personal, de un dolor concreto, la belleza se desprendía del proceso de aprendizaje hacia ese convivir con el dolor. Cada verso escribía el camino hacia el inevitable desenlace, la definitiva pérdida y el vacío, algo común a todos por lo que en aquel momento no pensé que debiéramos centrarnos en el origen de un terror concreto más que en el encanto que emana de su lírica agarrada a los cuernos del miedo. Una magia, que precisamente deviene de esa evolución que finalmente nos enseña a convivir con el dolor de la ausencia.
En cualquier caso y evidentemente, si entonces no nos centramos en en cáncer no fue por eludir algo tan obvio, más bien por obviar lo evidente. El poemario era un homenaje a su madre, como madre y a la impotencia de perderla como agua entre las manos. Por otro lado si Paco había perdido a su madre, yo había perdido a mi marido. A ambos nos lo arrebató el cáncer y al fin y al cabo, la razón última del poemario no consistía en recrearnos en la enfermedad -que late en cada poema-, sino afrontar lo implacable y aliviarlo.
Es decir, lo importante es la herencia vital de los que se van, ese aprendizaje al que la experiencia nos empuja. En ningún caso ese querer ser el muerto en el entierro. Y es por ello que no hice hincapié en el tema. No tenía sentido ponernos sensiblones ni hablar de una enfermedad concreta cuando el libro sólo invita a ser fuerte y realista, tan realista como el dolor. Además imaginaos el día de la presentación del poemario dedicado a su madre… Con la emoción y rodeado de familia y amigos, era muy probable que termináramos todos llorando.
Años más tarde, yo misma superé la enfermedad. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos… El tema es que me debí de librar gracias a mi desastrosa vista. Al fin y al cabo el cáncer toca la carne y despierta el alma que ávido te sobrevive ebria, serena y divinamente consciente.
Hoy rescato este poemario empuñando otra espada más concreta: La lucha contra en cáncer. «Hablar» del cáncer que no deja de golpear a nuestras familias y amigos. Porque nos guste o no el cangrejo –El aprendizaje del miedo– de Paco Ramos Torrejón está muy presente y debemos de aprender a convivir con ello. Hoy, sus versos se me antojan ocultos en un caballo de Troya que irrumpe en el corazón del miedo y la muerte para bombear vida. Como aquella revista de Neruda «Caballo verde para la poesía»: Un caballo liberando la yeguada. Así dicho, podría parecer un poemario de autoayuda. Qué estupidez. Porque el arte es en sí terapéutico. Y el cáncer, por desgracia, es tan común como el arte.
El verso troyano de Torrejón ha aprendido a convivir con el dolor y nada tiene que ver con la huída. De hecho, el dolor es más fuerte entre los fuertes. El verso troyano de Torrejón no es aflicción fútil, no viene a aliviar la carga, no es un simple donante. El verso troyano de Torrejón no se engaña. El verso troyano de Torrejón empuja a la vida que ríe y llora.
Prólogo Aprendizaje del miedo
Prólogo «El aprendizaje del miedo» de Paco Ramos Torrejón por Guillermina Royo-Villanova (2016)
Cómo reímos en aquel recital, Paco, cuando en una de tus visitas a Madrid, abrigados por el vino te presenté a un grupo de poetas como una Eminencia en el Amor. Qué bueno es reír amigo, pero qué ciertas eran mis palabras. Hacía poco que tu madre había fallecido y no traías más que pasión en la mirada. Los dos sabemos que la fuerza sin amor de nada vale, a tu lado he aprendido que existe algo tan leal y fuerte como el amor de una madre: el hijo agradecido.
Hoy tengo en mis manos un poemario que no quiso ser Réquiem sino Zamba…
para cantar a su particular Alfonsina, cada verso asume la muerte festejando la vida, porque la muerte sólo es triste para el que no ha pensado en ella. Luchasteis y os despedisteis, ahora desde el balcón yergue tu tristeza junto a sus geranios, un recuerdo constante de que la muerte nos une más que la vida; la sombra del óbito nos acompaña no para suscitar miedo sino para no temer la libertad y abrazar la vida en toda su plenitud.
Paco Ramos Torrejón nos anima a aprender, a convivir con el dolor, siquiera a transformarlo. Si el dolor es más vida que la vida misma el dolor de Paco son dos dolores y ninguno. Por donde camina este infatigable creador gaditano se contagia el genocidio del miedo. Sabe bien que la verdadera muerte es perder la costumbre de vivir. Nadie puede ya arrebatarle al poeta lo aprendido. No podrá ya defraudarle la poesía y no es cuestión de valentía, sólo un género de vida. Que camine la muerte hacia el que sólo tiembla con el resplandor del sol.
Y aquí nos quedamos para cumplir la esperanza…
Todo se repite. Vivimos a nuestros muertos entregando la vida a un mundo que nos hereda. No hay luz sin sombra ni sombra sin luz, no hay vida sin muerte, querido Paco. Tu madre habla en estas páginas a través de tus versos. Somos sombra de alegrías de los que nos dieron luz y luz por su sombra. Una sombra cosida al torpe cuerpo. Los brazos que arrullaban cuentos, mecen ahora una fábula de invierno que se repite y pesa como el pasado.
Disfrutad, nos dice el poeta en compromiso con el vientre que aún le abriga…
Las líneas se arrojan como el cable inquebrantable del lactante. No hay dimensión que lo tuerza, viajando por todas y quedándose en ninguna. Ese es su viaje, su aprendizaje, su libertad. Paco transita por su dolor para entregarnos belleza. Es más, lo hace sin concebir que el mundo espere otra cosa. Cuando exorciza las ausencias no lo hace con la intención de la huida. Perpetua su presencia. El cuaderno en blanco no es consuelo. Sus versos no se desperdician mendigando compasión, nos animan a no malgastar el paseo, a rescatar el ejemplo. El miedo oscuro se hace luz cuando parpadea el poeta.
Agradecido pasea por su isla…
El muy canalla se reconcilia con la mitología retando a los dioses. Burla como Orfeo a Caronte para cruzar la Estigia y acompañar hasta el final a su Alfonsina, que se adentra en el mar. La fuerza de su vástago es el auténtico paliativo, heredó el poeta el fulgor por la vida porque «más puede el miedo, Horacio, que la muerte».
Regresaste Odiseo tras la batalla. Fuisteis reyes en la lucha, después: el cansancio. Se regresa al paisaje con otros ojos. Odiseo ve partir sus naves, Anticlea vela por ti porque veló por ti. Penélope es ahora la vida que te vive mientras el poeta teje. Liberado el miedo todo es vida. Sólo la muerte tenemos pendiente y el que aprendió a morir, vive en plenitud.
Temblar con el resplandor del sol es la suerte de conocerte y vivir nuestra última locura.
Guillermina Royo-Villanova