Una biografía contrastadísima
En La historia casi real de Madame Bobarín sólo hemos cambiado personas por ventanas y puertas. Por lo de más, los datos aportados en estas páginas son fieles a la realidad tal y como ella la concibe. ¿Y cómo la concibe? Se preguntarán ustedes.
Enfundada en sus ropajes lampiños heredados generación tras generación, Madame Bobarín caricaturiza en sus propias carnes a la sociedad para dinamitar los ridículos cimientos del sistema. Bobarín son dos mujeres de su linaje, aunque los linajes le traen a la fresca porque posee la lisonja llave maestra que abre los corazones más estreñidos. Ama al máximo a sus semejantes en tiempos en lo que todo lo demás es al mínimo. Es una experta en la vida, porque ha cometido todos los errores que se pueden cometer. Peor es equivocarse por temor a fastidiarla. Y como las lenguas viven de herejías… Antes de que las malas lenguas la líen con un rumor es capaz de enamorarse de un plantón a primera vista.
Musa del canaperismo y polilla de bodegón, son algunos de los piropos que arrojan a su paso. Inventora del método vualá, del descifrador de charadas y del desfibrilador de lavadoras -entre otros artefactos-, recha el Pulizer en 1916, poco antes de que se inventara el premio.
Después de varios encuentros y desencuentros con el amor -que iremos conociendo a lo largo de sus memorias-, y tras haberse graduado en colesterol continúa sus oposiciones a “señora de tal y luego de cual”, es decir, una futura desconsolada ex.
Mujer rompedora y extravagante su filosofía parte de la creencia de que tanto todo lo fundamental es accesorio, como los accesorios son fundamentales y con la propiedad conmutativa y su amiga Gabina visita los salones de moda en los que crea tendencia mientras come pastas. Ella misma nos confiesa que por cada pasta que come se mete dos en el bolso y así ahorra una pasta. No hagan cuentas.
Me han llegado a pillar haciendo de canapera en un evento social, rellenando un tupperware con sushi, y es que estaba acostumbrada a pedir comida japonesa a domicilio. Una camarera me dijo en una ocasión:
-Señora pero ¿Qué tiene usted en las manos?-
– Artritis monina, artritis-le respondí.
Sus trajes de época la encumbran en la procesión de la extravagancia con gran sofoco de los costaleros. Su mejor amiga, Gabina, nos habla así de nuestra protagonista :
“Calza unos zapatos muy finos porque es en lo primero en que se fijan los burgueses, pero lo hace para que no la pisen. Mi amiga Bobarín es una mujer generosa y vividora que se siente muy humilde porque todo el mundo le llega a la suela del zapato.”
Disfruten de La historia casi real de Madame Bobarín por Guillermina Royo-Villanova