Intentar definir el humor apuntaría a una total carencia de ese sentido ya que es un estado de ánimo cambiante según el sujeto que contempla lo cómico pero podemos afinar más con su forma de expresión del humor –el humorismo-, a través de las artes o en la misma calle donde encontramos un amplio abanico de humores mestizos – negro, amarillo, verde, burlesco, surrealista, grotesco, absurdo, cínico, sexista, irónico, zafio…- y “el humor con mala idea” que es el humor de verdad: esa mala leche que suele acabar bien. Aún así, cada una de estas cualidades de expresión que conforman el humorismo obtiene partículas nuevas de lo que parecía indivisible ya que el humor no se deja atrapar en una sola sentencia.
Aunque en muchas ocasiones se utilicen como soporte humorístico diferentes técnicas literarias y figuras retóricas, de poco sirven si oralmente no son espontáneas o en el caso del guion cómico: bien interpretadas. Algo cada vez más difícil gracias a la autocensura de algunos cobardes que se han rendido ante la estulticia generalizada dejando que la norma y los tabúes terminen con la alegría.
Nada humano le es ajeno al humorista que se sabe de la misma carne que sus víctimas, sujeto a idénticas flaquezas, porque lo divertido es que todos podemos convertirnos en la burla ajena y sólo teniendo conciencia de esto se puede llegar a ese estado de ánimo del que surge el humor. El humorismo nuevo que surgió a principios del siglo pasado parte de esta elevación desde lo particular a lo genérico; la proyección de la comicidad del individuo sobre el plano general de la especie en esta Divina Comedia que es el teatro de la vida.
Cuando nos reímos del espectáculo de un necio nos reímos de la necedad humana. Es decir, para hacer humor se necesita en el plano intelectual esta capacidad de generalizar, un poco de ternura camuflada como componente afectivo y materia para elaborar su arte, todo ello en un proceso anímico reflexivo macerado en un sentimiento cómico, lo que viene a ser la chispa o gracia ingeniosa…
Un ser no empático podría regalar eventualmente una gracia siguiendo una fórmula aprendida pero nunca tendrá alma si no sale con arte de los higadillos. El humorismo también depende de factores antropológicos y sociológicos, aunque aquí prefiero tratarlo fuera de los sujetos en un contexto. Pensemos en el humor como un factor de unión que diferencia al ser humano de los animales, un arte basado más en la creatividad de cada sujeto. Claro que depende del dónde, cuándo, cómo y por qué, y además para que funcione ha de comenzar riéndose del propio creador para crear ese vínculo de empatía que le permite a uno reírse del personal. Al fin y al cabo no hay que darse tanta importancia porque a pesar de vivir tiempos de «falsos puritanos» y «ofendiditos»: la distancia más corta entre dos personas sigue siendo la risa.
gracias a su capacidad crítica y subversiva del humor contra el dogmatismo El Humor es uno de los puntales del pensamiento crítico y democrático. Este trabajo no se centra en la tradición del humor satírico, por otra parte abundantemente estudiado; de hecho, en ocasiones toma una postura crítica ante esta idealización. Nuestro interés se centra más bien en la forma en que el discurso humorístico, como todo discurso, es ideológico en un sentido amplio, es decir, que, inmerso en un cierto contexto social y cultural, refleja o refracta el sentido común, los valores, los prejuicios y las visiones del mundo de una comunidad. En este sentido, la postura opuesta a la idealización del humor es la condena del mismo como vehículo y perpetuador de estereotipos, actitudes y prejuicios negativos (sexistas, racistas, etc.).
Humor escrito y eutrapelias
Luigi Pirandello definiría el proceso humorístico como el resultado de la contraposición de dos sentimientos que suscita la reflexión activa durante la lectura de una obra o situación (Esencia, caracteres y materia del humorismo). Para el escritor italiano esta reflexión se mantiene conscientemente explícita y presente durante toda su obra. La reflexión del artista se extiende a sus lectores creándoles una intuición naíf de su opinión y su forma de sentirlo. Para los más ortodoxos Cervantes es el comienzo del humorismo. Lo que fue sin duda Cervantes es un genio que involucra al lector hasta el tuétano de tal manera que acompaña a Don Alonso Quijano en sus ridículas hazañas como si de su fiel escudero se tratase, así que cuando llega a su punto más cómico el lector no puede reírse, inmerso en un sentimiento de tristeza y en defensa de «el héroe», porque Cervantes nos dio un héroe con un humorismo intrínseco hasta la lágrima.
Enlazando con el Quijote de Cervantes volvamos a la universalidad del humor de Richter, o Jaen Paul, como se hacía llamar en honor a Jacques Rousseau. El escritor alemán se sirve de lo pequeño y finito para medir lo infinito. Se trata de una transposición de términos -de lo infinito a lo subjetivo-, destruyendo el contraste entre subjetivo y objetivo. El humor, como destrucción de lo sublime, no hace desaparecer lo individual, sino lo finito en su contraste con la idea. Para él no existe la tontería individual, ni los tontos, sino sólo la tontería y un mundo tonto. A diferencia de lo cómico vulgar, no pone en evidencia una locura individual. Rebaja la grandeza y eleva la pequeñez. Richter coloca al grande al lado del pequeño al mismo tiempo que lo pequeño al lado lo grande, reduciendo a ambos a la nada, porque ante lo infinito todo es igual y todo es nada.
La genialidad de Cervantes no podía abusar de la burla ante una demencia accidental o de una tontería vulgar. Don Alonso y su escudero yacen bajo la igualdad infinita. Este paralelo humorístico entre el realismo y el idealismo -entre el cuerpo y el alma-, nos devuelve al humor universal richterniano.
El buen humorista protege la tontería individual, y ataca al verdugo y todos los espectadores, porque no es la tontería de tal o cual, sino la simpleza humana. La persona con humor inteligente se reirá de sí mismo y deberá que lo hagan utilizando por ejemplo ese efecto cómico de la parodia que achica al tamaño del simple su figura; porque lo que puede haber de risible en su conducta es lo que tiene de común con esa masa incapaz de comprender la grandeza de los espíritus selectos.
Para el escritor humorístico el humor es una manera de manifestar su personalidad e independencia, un baile de seducción, un señuelo sin anzuelo. Pero otra vez, para que esto funcione, se necesita una legitimación de este humor, tiene que haber complicidad entre el escritor y sus lectores. Por ello veneramos a los escritores que perduran a lo largo del tiempo, que más allá del momento sociocultural de la época apelan a la condición humana o a su estupidez infinita, como diría Einstein.
Para Wenceslao Fernández Flórez el humorista no es precoz y su arte no se da en los pueblos jóvenes ni en las literaturas en formación. Para que florezca el humor se necesita una fase cultural avanzada y cierto clima político y moral. Sólo con cierta preparación se puede ascender de lo particular a lo universal.
El humor escrito reflexiona sobre lo que de antemano resulta cómico, da un sentido intelectual a lo risible, quita sentido a lo que lo tiene devolviéndole su sentido en todos los sentidos, porque está con-sentido. Es una actitud ante la vida que te hace libre y te abre los pulmones. Es inmediatez, ridículo domado… Miguel Mihura diría: “El humor es darse cuenta de por dónde cojean las cosas, el juego más inofensivo y limpio de intenciones, un capricho, un lujo…“ o como decía Jardiel Poncela, el humorismo “piensa, sabe, observa y siente”. Edgar Neville opinaba que el humor es la manera de entenderse entre sí las personas civilizadas. Para Neville -como para Fernández Florez-, sólo las personas inteligentes y con una educación desarrollada son capaces de captar el Humor, mientras que los seres sin educación que purulan por este vaciamiento ideológico y analfabetismo filosófico: son impermeables a él. Por lo general es cierto, y hay que tener cuidado porque el humor malentendido en estos seres es directamente proporcional a un prominente garrotazo en la cabeza. A veces la ironía duele al que la suelta… Otras veces en cambio es una manera de evitar roces y situaciones desagradables, una salida de emergencia.
Para Oscar Wilde «El humor es la gentileza de la desesperación», es el último y más seguro reducto de la libertad. El humorista es un ser que ejerce desde la lucidez una libertad independiente. Se desmarca de lo establecido y burla el orden del mundo. Por ello es tan valioso en épocas de opresión, de crisis, de muerte. Porque el humor tiene el poder de convertir la obviedad en su más obvia contrariedad, muchos tiemblan cuando lo oyen llegar, otros hacen que no lo oyen, otros no lo oyen y oye el que lo oye, lo alimenta y deja que se apodere de situaciones banales elevándolas a momentos inolvidables, desdoblando la evidencia a un plano nada plano.
Por lo tanto el humor es fundamental para nuestra adaptación al mundo o para que este se adapte a nosotros, dependiendo de quién sea la versión. ¿Nos obliga el humor a ser más reflexivos o son los reflexivos los que viven con mejor humor? Desde luego fue antes la extinción que el dodo. El sociólogo de literatura y comunicación, Robert Escarpit diría que “El humor sólo es difícil a las personas honestas”, lo que no me parece del todo honesto, aun definiendo persona honesta como persona sin perspectiva, lo que no sería justo, honestamente, y es que existe el humor honesto (Robert Escarpit escribió El humor, uno de los mejores estudios sociológicos sobre el humor, si no el mejor).
El humor surge al saber que todos los problemas están resueltos por la muerte, que vendrá a arreglarlos.
El humorismo, como el misticismo, es un contar con la muerte. Pero cuenta más el humorista que el místico, porque no juega la coartada de otra vida. El optimismo es un misticismo inverso y alegre que se queda aquí, el optimismo es el misticismo de la tierra, como el misticismo es el optimismo del cielo. La muerte se lleva la obra de otros –en el sentido de que la niega o desmiente- pero del humorista: nada se lleva. No hace falta entender pero sí al menos asumir lo absurdo del mundo, lo que te deja en situación de privilegiada víctima.
Al ser el hombre un animal que ríe se deduce su superioridad ante los animales, también en la capacidad que tiene en putear a los de su especie sin ninguna causa aparente de lucha por la supervivencia, a excepción de los babuinos, a los que el ocio les inspira la necesidad de establecer jerarquías según su capacidad de fastidiar a sus semejantes. El hombre ríe ante la torpeza, el perjuicio, el error, el fracaso, el ridículo, el adulterio, el bobo, todo esto nos hace reír mucho. Es decir, volvemos al mismo concepto, en realidad: nos reímos de nosotros mismos. Henry Bergson, el filósofo de la intuición, en su ensayo La risa, tras plantear muchas hipótesis y diseminar lo cómico en tubos de ensayo, deduce que no sólo es el hombre el único animal que puede reír sino que “hace reír”; porque fuera de lo humano no hay nada cómico, a no ser que esto nos recuerde al hombre. La alegría que nos produce el espectáculo del mundo nos hace reír, más aún cuando somos conscientes de que esta vida termina con otra eterna… pero sólo eterna desde el fin. Esa superioridad ante los animales también se puede definir como neurosis: el hombre ha creado una civilización que no soporta, unas restricciones, jerarquías, una moral, y luego otra, un sistema político, una sociedad opresiva que si juzgáramos severamente nos convertiría en cretinos, locos o asesinos. El humor es la vacuna social que nos vendemos a nosotros mismos. La civilización crea una gripe, la sociedad te mete el miedo, la farmacéutica te vende el remedio, el gobierno cobra, al fin y al cabo, la risa es lo mismo, porque sin ella, cobrarían con otra moneda. Pero el humorismo lucha, no se resigna, se revela contra todo esto, no se ríe socarrón desde su butaca, como buen activista es una respuesta a una sociedad oprimida, no se rinde porque el último resquicio de lealtad moral está en uno mismo aún sabiendo que nada puede cambiar la necedad del mundo.
El humor clásico tiende a burlarse cruelmente del individuo, del el impudor quevediano y su agudísima irónía surge un humor bastante cabrón y poco empático; el humor romántico por lo contrario se retroalimenta de la ironía, el sarcasmo, de la tentación de pensar dos o tres cosas a la vez sobre ninguna cosa o sobre todas, de hacer un mundo heterogéneo, generoso en géneros, de perderse en simbolismos y es que lo que no se entiende puede colar si sólo se sugiere, hacerse del voluntariado de la confusión, poner en contradicción el pensamiento de uno mismo con el pensamiento universal. Estas dos vertientes del humor crearon a principios del siglo XIX un ambiente muy rudo entre los periodistas.
El auténtico humorismo literario no es un juego de palabras virtuoso, es un sentimiento que invade los textos desde los pensamientos del escritor hasta las teclas de su máquina de afeitar. En ocasiones, la búsqueda de la inocencia a través del caos.
Brevísima excursión a las raíces del humorismo literario
Humorístico es el género que enjuicia la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas, por lo tanto es justo decir que el humor literario aparece con el lenguaje escrito. Desde Homero, Aristófanes, Menandro, Luciano de Samosata, Plauto, los poetas satíricos Marcial y Horacio, la parodia y picaresca de Petronio en su Satiricón, el sutil humor erótico de Giovanni Boccaccio, la picaresca renacentista -El Lazarillo de Tormes, El Buscón-, el Arcipreste de Hita, el precursor del teatro en el Siglo de Oro, Lope de Rueda y el humor del barroco con El Quijote de Cervantes, la parodia de Lope de Vega, Calderón de la Barca, Francisco de Quevedo, William Shakespeare, Ben Jonson (…más rápido en la métrica satírica que Ben Johnson en los 100 metros lisos). El periodismo satírico del S XVIII o el teatro de Molière, la ironía de Voltaire, la sátira de la naturaleza humana de Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift, la sátira del irlandés Lawrence Sterne…
En el siglo XIX en Europa destaca la sátira epigramática e ingenio fustigador de Oscar Wilde, el humor localista de los ingleses Edward Lear y Lewis Carroll, creadores de la literatura del absurdo ‘nonsense’, la subversión de lo racional que dio paso a los -ismos del SXX (dadaísmo, surrealismo, futurismo…) Referentes como la crítica social a través de la ironía y la caricatura de Charles Dickens, el ingenio hilarante de Mark Twain, el humor cáustico, irónico y mordaz de Ambrose Bierce, William Thackeray, el comedor de opio Thomas de Quincey y su arte de asesinar, Chesterton el príncipe de las paradojas, el humor subyacente en las novelas de Feodor Dostoievski y a finales de siglo aparecía la Patafísica de Alfred Jarry y sus seguidores.
Entonces en España el humorista era un metafísico desengañado, al que por fin se le tiene en cuenta en los ámbitos críticos. Un humor de herencia romántica que en España convivió en la segunda mitad del S.XIX con la tradición festiva. No podemos olvidar el amargo humor en la literatura romántica de Mariano José de Larra, ese escepticismo y amargura que inspira su ingenio humorístico tan perspicaz como ácido, ni Las Fábulas de Hartzenbusch, el proliferó comediógrafo y humorista Salvador María Granés o la labor humorística durante este siglo de Manuel Casal en las publicaciones festivas y satíricas con discípulos como Francisco Camborda, Bartolomé José Gallardo, Sebastián de Miñano y Bedoya, Juan Martínez Villergas y Félix Mejía cultivan el humor en la prensa a través de la sátira.
La prensa satírica en España
La historia de la prensa satírica en España ha estado siempre ligada a la lucha contra la censura. Desde la primera revista, El Duende Crítico de Madrid (1735) que ya circulaba clandestinamente, múltiples cabeceras han desafiado al poder (Felipe V) desde el humor y la sátira. Este panfleto satírico en concreto se atrevía a denunciar las injusticias y a airear los trapos sucios de los miembros de la Corte. Manuel Freire de Silva, un fraile, era quien se escondía detrás del Duende. Fue apresado tras publicarse el último número, pero, escurridizo, escapó de prisión y desapareció del mapa. El recuerdo de su osadía permaneció y años después, muchos panfletos siguieron su camino.
Trienio Liberal (1820-1823)
En este breve periodo constitucional la Ley de libertad política de la imprenta favoreció la aparición de periódicos de este género. La prensa satírica se convirtió entonces en el medio que utilizaba la burguesía liberal para difundir su ideología y criticar a los representantes del Antiguo Régimen: Fernando VII, la Iglesia y el carlismo. (Publicaciones como: El Zurriago (1821) Y La Tercerola)
La Década Ominosa (1823-1833)
Con la restauración del absolutismo en los últimos años del reinado de Fernando VII, hubo un periodo de represión retroceso en la evolución y calidad de las publicaciones de estilo satírico. En este contexto, únicamente destacan El duende satírico del día (Madrid, 1828) y El pobrecito hablador (Madrid, 1832), ambas impulsadas y redactadas por Mariano José Larra bajo pseudónimo.
Durante el reinado de Isabel II (1833-1868), debido a la fuerte censura del gobierno sólo permanecen publicaciones afines al régimen como El Cascabel (1863) y algunas excepciones como el periódico Gil Blas (1864) de ideología republicana y perteneciente a la oposición.
Pero aparecieron numerosas publicaciones -más de cien-, con contenido satírico que combinaban la prosa y el verso mordaz y agresivo como: El Mata-moscas (Madrid, 1836), Guindilla (Madrid, 1842) o El padre Cobos (Madrid, 1854), La Risa (1843-1844), Enciclopedia de extravagancias, fundada por el poeta festivo Wenceslao Ayguals de Izco, una publicación folletinista que contaba con las colaboraciones de Zorrilla, Hartzenbusch o López Pelegrín. En cuanto al formato, se introduce el grabado xilográfico marcando un antes y un después en la estructura y las formas literarias, iniciando la transformación en la prensa gráfica.
En el Sexenio Democrático (1868-1874), con la victoria de la revolución, desaparecen la mayoría de los títulos favorables al régimen de Isabel II, y gracias a un nuevo periodo de libertad de expresión en el que se pone fin a las sanciones, reaparecen publicaciones que habían sufrido la censura como Fray Gerundio (Madrid, 1837) , Mundo Cómico (Madrid, 1872).
Con la Restauración borbónica (1874-1931) España disfruta de una etapa de estabilidad política y una muy relativa y arbitraria flexibilidad y libertad de expresión. Tras la llegada al poder de los liberales, se promulgó (1883) una nueva ley de imprenta que supuso un considerable avance. Esto no supuso el final de los problemas legales y se seguía considerando delito cualquier ataque a la monarquía, la religión, la forma de gobierno y las instituciones fundamentales del Estado. Aún así proliferaron las publicaciones satíricas opositoras al régimen. Como siempre, gracias a la censura se agudiza el ingenio de los editores que emergen como setas a pesar de las multas, secuestros de ediciones y las frecuentes condenas de cárcel.
A partir de 1906, la nueva Ley de Jurisdicciones implicó un retroceso en la libertad de imprenta pero no pudo impedir la existencia de una extraordinaria pluralidad de publicaciones.
Entre las publicaciones satíricas más importantes editadas en Madrid durante la Restauración destacan El Motín (1881-1926), con una marcada tendencia anticlerical y republicana, La Broma (1881-1885), Don Quijote (1892-1902) y Gedeón (1895-1912), de carácter antiliberal y antisocialista, considerado el primer proyecto español de periodismo humorístico moderno. Gedeón (1895). En 1898 la revista fue suspendida por publicar una ilustración caricaturizando a distintos miembros del Partido Liberal.
Con un carácter menos agresivo y una orientación más amable y costumbrista aparece Madrid Cómico, (1880-1912) uno de los más importantes semanarios de toda la historia de la prensa de humor española. Con un tono satírico, castizo y festivo, la publicación trata la realidad española desde una óptica castiza madrileña que disparad contra el modernismo. Clarín, Sinesio Delgado, Sileno, Echegaray…
A finales del SXIX y comienzo del SXX las ilustraciones picantes proliferaron en publicaciones satíricas. Ilustraciones picantes y machistas. Entre las revistas españolas de este talante destacaron La Hoja de Parra (1911), Mundo Galante (1912), Satiricón (1914), El Viejo Verde (1914) y La Guindilla (1931) también de Wenceslao Ayguals de Izco.
156. Con la proclamación de la II República, periodo en el que se pudo disfrutar de mucha libertad de expresión, se mantuvieron las publicaciones anteriores Con el comienzo de la Guerra Civil desaparecen la mayoría de ellas-
Durante la II República, La Traca recuperó su nombre y con su primer número vendió más de 500.000 ejemplares. El humor de La Traca se hizo más duro, más político y anticlerical. La publicación se alineó con el Frente Popular, lo que provocó la desaparición de La Traca y el fusilamiento de su director, Vicent Miquel Carceller y del dibujante Carlos Gómez Carrera. “No fue delito de sangre, sino de pluma. Se fusiló la risa valenciana”, afirmaron los comisarios de la exposición durante su inauguración.
Franco compartiendo yacija con un soldado moro de su batallón africano, Francotravestido, Franco convertido en un trasunto ridículo de Hitler, con su espadón sobre España… Son algunas de las caricaturas que publicó la revista satírica ‘La traca’durante su triunfal etapa final, durante la Segunda República y la Guerra Civil, cuando llegó a vender medio millón de ejemplares gracias a un humor afilado, anticlerical y claramente alineado con el bando republicano, a la postre derrotado por el fascismo golpista.
El franquismo -que derrotó a los últimos reductos de la resistencia en Valencia, sede de la redacción de ‘La Traca’- nunca perdonó al director Vicent Miguel Carceller y a su dibujante Carlos Gómez Carrera, conocido como ‘Bluff’, las afrentas realizadas desde las páginas de la revista. La revista fue cerrada y ambos periodistas condenados a muerte. La sentencia dictada por un tribunal militar habla por sí sola sobre la naturaleza del régimen que llegaba:
“RESULTANDO: que Don Vicente Miguel Carceller, de 50 años, al iniciarse el Glorioso Alzamiento Nacional era propietario del semanario La Traca, cuya dirección ejercía de manera encubierta […] Que el citado semanario se dedicaba de la manera más baja, soez y grosera a insultar a las más altas personalidades representativas de la España Nacional, de la dignidad de la Iglesia y los principios informantes del Glorioso Movimiento Salvador de Nuestra Patria… FALLAMOS: que debemos condenar y condenamos a la PENA DE MUERTE a los procesados VICENTE MIGUEL CARCELLER y CARLOS GÓMEZ CARRERA, como autores del calificado delito de adhesión a la rebelión militar, con las circunstancias agravantes expuestas.”
La sentencia del Consejo de Guerra fue dictada el 10 de junio de 1940 y los dos condenados fueron fusilados poco después en Paterna,
La traca’ fue la única revista que se atrevió a caricaturizar a Franco, algo que jamás perdonó el sátrapa, cuyo sentido del humor era inversamente proporcional a su alto concepto de sí mismo. El autoerigido “generalísimo” ordenó destruir todos los ejemplares “por aquello de eliminar todo recuerdo del pasado, porque la memoria es muy débil.
•Fray Gerundio, La Risa, El Dómine Lucas, El Fandango, La Cencerrada, El Garrotazo, El Trabuco, Palo de ciego, El Sepulturero, El Jorabodo, El Mata-Moscas, El Guirigay, El Estudiante, El Cangrejo, La Guindilla, El Tío Fidel, La Tarántula, Calipso, El Moscardón, Palo de Ciego, El Sepulturero…
. El humor en las publicaciones satíricas de entonces empezaba a aburrir a los lectores con tanto chiste sobre crítica política, así como el ambiente general en la prensa de adoctrinamiento y el arraigado estilo de discurso y oratoria. Con la consolidación del SXX y la revolución de las costumbres y del pensamiento, los nuevos transportes y la consagración del cine llevó a la búsqueda de otro concepto de humor más moderno.
Por aquel entonces un escritor era mucho más leído en el periódico que el periodista, siempre y cuando fuera un escritor de periódicos. Surge entonces la prensa satírica política del SXX con Wenceslao Fernández Flórez, Julio Camba en los años 10, los hermanos y comediógrafos Álvarez Quintero,Carlos Arniches, la astracanada de Pedro Muñoz Seca, el dramaturgo y maestro del humor Enrique García Álvarez y el gran genio del humor surrealista, Ramón Gómez de la Serna, su éxito consistía en que más que periodismo era literatura de la calle. Dando paso a la generación humorística del 27. Que renovaron la prensa , la literatura de humorismo y el teatro del humor, como Enrique Jardiel Poncela, Miguel Mihura y Álvaro de Laiglesia. En el SXX contábamos con articulistas de humor como los desaparecidos Tomás Salvador y Jaime Campmany, agudo periodista y poeta satírico que utilizaba su ironía e inteligencia para arremeter contra la izquierda aunque no se libraba tampoco la insustancial oposición de la derecha ni la sociedad en su conjunto. Actualmente contamos con la ironía radical ya algo debilitada de Alfonso Ussía, pero de casta le viene al galgo y algo de casta gasta de su abuelo Muñoz Seca.
El Humor de vanguardia en la Europa del SXX
Alfred Jarry, de quien André Breton diría años más tarde que «aniquiló como principio la diferencia entre arte y vida » fue el precursor del Dadaísmo, del Surrealismo y del Absurdo. Su obra Ubú rey la escribió con quince años, lo que no es de extrañar ya que en su obra póstuma, Hechos y dichos del doctor Faustroll, patafísico , el protagonista y su alter ego, Faustroll, nació a la edad de 63 años, mientras Jarry moriría a los 34. Ya muerto su creador funda el Colegio de Patafísica «sociedad docta e inútil dedicada al estudio de las soluciones imaginarias», entre cuyos socios “sátrapas” se encuentran entre otros, Max Ernst, Eugene Ionesco, Joan Miró, Boris Vian, Marcel Duchamp, Jean Dubuffet, René Clair, Joan Miró, Umberto Eco, Fernando Arrabal. …
En 1944 el francés André Breton, otro pionero de los movimientos antirracionalistas, escribe Antología del humor negro. Un humor que por lo que he podido comprobar aún hoy no es entendido por el español convencional confeccionado condicionalmente, creándoles conmoción sin contusión, más continua confusión convulsionando su cordura hasta rechazar el color, por racista de este humor o por creer que es cuestión de carisma en corrupción que cuestione el confesor en casta contradicción, pues del humor “negro” es el color como del cura el camisón.
En España, Ramón viajaba a Europa desde principios de siglo importando a sus tertulias del Pombo las obras de escritores como Cocteau, Baudelaire, Lautrèamont, los caligramas de Apollinaire, la intraducible comicidad de Molière, la ironía de Voltaire… en realidad De la Serna armoniza a Quevedo con Apollinaire, funde la vanguardia europea con el barroco español y es así como consigue esa personal síntesis y raro acento en su prosa, el ramonismo. Textos intemporales en los que se ignora las instituciones elevando la anécdota a estética.
Ramón fue la inspiración de la llamada “otra generación de 27” la del humorismo, con una introducción más agresiva y avanzada ante el español, abrió las puertas a un nuevo humor. Para Ramón el humorismo no era un género literario si no un Género de Vida, una actitud ante la vida frente a la que se encuentra el «amarguismo» (…)
Próximamente en El Humorismo es un Género de Vida (III) : Ortega y Gasset, Gómez de la Serna, Wenceslao Fernández Flórez y Julio Camba. Introductores del nuevo humorismo del 27.