El último mohicano
Un genio es capaz de ver la idea en el fenómeno, Jesús Quintero fue capaz de mostrárnoslo dando voz a ese mundo que se intenta ocultar, ese que no gusta; pero la realidad sucia es oxímoron y parece que al personal -tan limpio y lustroso-, le es más aceptable dos neuronas pegando gritos que la voz quebrada de El Buscón o El Lazarillo. Medio ciegos y buscando un antídoto para combatir el tedio televisivo muchos encontramos en El Loco la voz que habían ahogado, nuestra propia voz apadrinada por el silencio. Ese silencio cómplice que envolvía al invitado sacándole su yo más puro. Ay… qué incómodo es el silencio para las almas fútiles y qué buen mosquetero era Quintero cuando se topaba con alguna.
El Loco creó escuela y la escuela perdió la cabeza. Desolados vemos desaparecer el periodismo mientras se impone la autobasura. El Loco invitaba a pensar, sobre todo para que no piensen por nosotros. Hoy en día apenas quedan periodistas con la virtud de expresar lo que les da la gana clavándosela a los más tiquismiquis y quejicas. Está complicado, ahora todo es denunciable, hasta los más brutos son cursis y los más cursis son brutos. Las líneas editoriales son cada vez más blandengues, más putas ¿Se puede decir puta? Todos los ideales de libertad se han prostituido, la información se ha adulterado mientras atendemos como su artillería va desapareciendo sin sucesión. Jesús Quintero defendió su profesión con las únicas armas loables: honestidad y pasión.
Hoy en día es mayor el temor a la crítica del populacho que la admiración al buen comunicador. El sistema ha cortado las alas al periodismo. Hemos construido nuestra propia trampa. Era más fácil eludir la censura franquista que librarse de los histéricos 2.0 que llevan cualquier comentario al terreno personal; sin duda el mediocre tiende a darse demasiada importancia. Siempre al acecho, sin atisbo de sentido del humor, un ejército de quejicas se empodera en las redes. Como decía Quintero, hasta ahora nunca se había presumido de ignorancia. Bien. Los reyes mueren… ¡Viva Tele5! Sólo un silencio de el Loco podría definir tanta basura plástica.
El tiempo no espera a nadie, eso bien lo sabía Quintero. Hoy el Rompío de Huelva está roto. El verde de Andalucía es el de un perro. El silencio aplaca los gritos que esconden su propia vergüenza. Hoy, El gatopardo se deja ver en la noche porque si fuera estepario sería más lobo que humano. Un hombre en su roulotte ha perdido el rumbo… como un Vagabundo derrama susurros sobre el pañuelo de su cuello: El loco, el loco, El Loco soy yo.
Muchos sentimos que con Quintero muere algo de nosotros. Abatidos vemos cómo la cultura pierde su voz, como el griterío de la estulticia se impone al propio Esperpento, como se desviven por ocultar el feo natural con el feísmo de silicona, como la soga de algunos es una cuerda de presos. No enterremos el recuerdo de la última esperanza. Apaguen el vocerío del televisor. ¿Lo oyen? Es el silencio en la madriguera de un ratón colarao; el eco de un loco en su colina y lejos, muy lejos, el ladrido del perro más verde, un monumento a lo insólito, unas pastillas que hemos dejado de tragarnos. Maestro no vamos a enterrarte. Jesús Quintero es irrepetible pero no la cordura del loco.