Enrique Jardiel Poncela
Un ensayo de Guillermina Royo-Villanova publicado anteriormente en shadowline (El Zurdo)
“Hay dos Jardieles, dos hermanos gemelos, injertados en un solo diminuto cuerpo, pero con dos poderosos espíritus: alegre y risueño uno y triste y sombrío el otro” Ramón Gómez de la Serna . Miguel Martín (autor de El hombre que mató a Jardiel Poncela) señalaría que con el primero fabricaba amor y con el segundo melancolía.
Primera parte
He plantado un jardín de jardieles en mi cabeza que cuido y alimento con el mimo del jardinero de Tagore. Estas letras son la introducción en construcción a un ensayo que escribo sobre las obras teatrales de Enrique Jardiel Poncela, una deconstrucción de un proyecto en el que trabajo sin prisas y con cariño, un análisis desde el punto de vista sociológico y lingüístico analizando el momento sociocultural de principio del siglo pasado, la forma de expresión, los recursos literarios y situacionales, la propia vida de Jardiel, las influencias externas e internas, los miedos y deseos de este incomparable comediógrafo que es una idea, un gas de alma para sus seguidores, los que nos consideramos Jardielófilos, Jardielinos, Jardielistas y vemos la vida como una de sus obras, drama y humor, vida que es muerte, realidad y fantasía. Ya lo dijo Calderón, la vida es sueño y los sueños, sueños son. Jardiel es el sueño más real, es uno de los autores más geniales que ha dado la dramaturgia en todo el mundo.
Que Enrique Jardiel Poncela no necesita explicación, que se lo digan a él que escribía con energía y desgarro la introducción y autocrítica de todas sus obras. ¿Por qué este empeño de Jardiel en explicarse? A Jardiel le salió un grano en las posaderas, un sector radical de la crítica que le da la espalda, y es que como es sabido todos los genios son adorados u odiados, todo menos quedar en la indiferencia. El carácter de Jardiel no podía soportar esto, no quiso dejarlo estar y pensar que para bien o para mal lo importante es que se hable del autor, confiando que a la larga quedará lo bueno, pero no, Jardiel se enfrentó a estos críticos en una guerra que duraría toda la vida, eso si, alimentaba el fuego y la polémica que le mantenía en boca de todos, un trabajo agotador que no creo compense dirigido por el ego del autor. Jardiel, convencido de la honestidad y calidad de su trabajo, no podía condescender ni comprender que algunos no lo vieran. He llegado a pensar que sus autocríticas son una prolongación de su obra: decía La Lupe “La vida es puro teatro”. Soy consciente de que mi mirada puede ser bizca como buena bisoja que soy, que me meto en un terreno peligroso del que intentaré salir como lo hiciera Jardiel de sus complicadas tramas en un plumazo final, como si tuviera prisa para salir y esconderme entre bastidores, apercibida de ello trataré al autor con todo el respeto y admiración que le proceso pero sin cortarme un pelo, mi mayor temor son las feministas.
Mi única intención es acercar a Jardiel a todos aquellos que, o no le conocen o no le comprenden. La primera obra de Jardiel cayó como agua para la sed en mi garganta, aclarándome la voz para gritar más fuerte ¡Señores sonrían que todo es tan dramático como cómico! , sus personajes hablaban en el idioma de la idea y género de vida que es para mí el humorismo del 27. Para Jardiel el humor si no iba de la mano sí estaba muy cercano al surrealismo. Como me pasara con León Felipe o Luis Rosales en la poesía, con Jardiel descubrí que no estaba sola porque cuando el autor se derrama en sus obras el placer que siento no tiene trueque. El humor en las obras de Jardiel esconde una amargura enmascarada en ironía distanciándose de la realidad, un sentimiento que para mi es muy cercano y me crea admiración. Jardiel es la magia de hacer real lo irreal, creíble lo increíble gracias a lo absurdo de lo evidente, una duplicidad espiritual en el pensamiento y en la conducta. Tras terminar de leer todo su teatro sentí una necesidad casi obligada de acercar su obra a quién se prestase.
“Su teatro, que es cine. Sus novelas, que son teatro. Su vida que es novela…” Gustavo Pérez Puig
Ni misoginia ni machismo
No soy machista, no soy feminista, no soy un paraguas, tal vez un ready-made, creo en las personas y hablando de arte en su capacidad y sensibilidad de asimilarlo. La mujer, en general, o no entiende a Jardiel o lo rechaza por machista. Claro que era machista, España era machista. ¿Y qué? Disfrutémoslo bailemos con el machismo virtuoso y sin dobleces de Jardiel, un machismo totalmente comprensible en una vida en la que recibió de las mujeres más palos que besos. Jardiel Poncela vivió siempre entre mujeres, su madre, sus dos hermanas y sus treinta y cuatro amantes, un número marcado por su sed de ternura y por la constante búsqueda del ideal femenino al que aspira, el protagonista de Las cinco advertencias de Satanás un hombre decepcionado por sus amantes de las cuales siempre se cansa es un calco de Jardiel. En contra de lo que pudiera parecer Jardiel siempre tuvo devoción por la institución familiar y un gran sentido de la responsabilidad hacia esta.
Se habla de misoginia, un misógino no tropieza treinta y cuatro veces con la misma piedra de curvas femeninas. Lo de Jardiel es un machismo sano, tal vez con base en un complejo de Edipo que frustra cada relación, un machismo directo, que no se oculta. Más dañino es el de otros autores como el de mi también admirado Jacinto Benavente, un machismo intrínseco en los diálogos, en el que se da por sentado y asumido que la mujer es feliz comprándose un sombrero, casándose con alguien de buena posición y paseando todo esto en sociedad.
Para los más jóvenes y jóvenas que consideran a Jardiel machista ¿Pueden ver un capítulo de una serie llamada Sexo en Nuevo York sin vomitar y después tachar a Jardiel de machista? Hago referencia a esta serie, porque me fascina como obviamente siendo dirigida a un público femenino insulta a la mujer y a sus valores en cada una de sus secuencias. Nunca he oído ni una queja al respecto. ¡Ay Jardiel, hemos terminado insultándonos solitas y la gracia que nos hace! Más gracia hace un diablo vestido de Juan Manuel de Prada, bien apretadito en latex rojo, que vestido de Prada, pero bien lo expresaste en tu obra Las cinco advertencias de Satanás, el diablo advierte y Jardiel divierte, como el público paga y la crítica pega. Tu machismo no ofende, no se oculta, ironiza y nos habla de una mujer que ciertamente existía como producto de una sociedad a la que empezó a curar la democracia. Sólo una mujer frívola puede ofenderse ante el espejo de Jardiel y quedan muy monas debajo de un almendro. Mucho han cambiado las cosas desde entonces pero no todo para bien, ya podría volver la pasión que España tenía entonces por el teatro, una buena razón que aprovechaban la mujeres para vestir sus mejores galas y mirar con el rabillo del ojo a la de al lado como si fueran parte de la obra.
Jardiel no gustaba del romanticismo en escena y es que no hay nada más aburrido sobre el escenario exceptuando la ópera que tiene otros muchos recursos para salvarlo. Cuando tiene que decidir el corazón mejor que lo haga la cabeza, por ello no sucumbe a tratar el amor como tal, sino como un sentimiento cotidiano y frívolo tratado con ironía. El propio Shakespeare en el peor se sus dramas se valía de la ironía. Como dice mi amigo Hipólito García, “el romanticismo es un amigo íntimo muy amable” a lo que yo añadiría “y muy aburrido”. Por otro lado Jardiel, gracias a su destreza con la pluma, daba una pincelada de romanticismo a golpe de invisible tinta de limón haciendo juegos malabares con el erotismo sin llegar a caer nunca en la pornografía.
“He mejorado a pesar de la penicilina”
Es conocido el escepticismo que Jardiel sentía hacia los médicos. No sólo es latente en todas sus obras como iremos viendo a lo largo del ensayo sino que fue una convicción a lo largo de su vida, desde que muriera su madre de cáncer cuando el tenía dieciséis años, invadiéndole desde entonces ese remordimiento que le llevó a estudiar él mismo libros de medicina para a partir de entonces diagnosticarse a sí mismo y a su familia. Jardiel tendía hacia la medicina homeopática basándose sobre todo en el poder diurético de los espárragos, para terminar siempre siendo atendido por los médicos tradicionales, a excepción de su última enfermedad, de la que no quiso tratarse. Pero esta vez no fue por su rechazo a la medicina, Jardiel no quiso tratarse llevado por una depresión.
Muy jardielesca es La defunción del profesor Lerghundi de EL LIBRO DEL CONVALECIENTE, un “horrendo drama” de medicina moderna donde el protagonista es un sabio médico e inventor que crea el “cardiómetro vital”, destinado a averiguar la fecha en la que uno va a morirse. Así pues hace él mismo de paciente o mejor dicho, de impaciente y decide experimentarlo en sí mismo y en su esposa descubriendo que va a morir nueve años antes que su mujer, con la impresión de la noticia al profesor Lerghundi le da un patatús y se va al Triana muriendo once años antes del que tenía que morir.
El hombre que nació antes de tiempo…
Un título resultón que he oído mucho y con el que no comulgo. Jardiel nació cuando debía nacer y el resultado de su obra es la consecuencia de ello. Yo no creo en las casualidades, no pienso que lo casual sea una explicación a nada sino una consecuencia. Este grupo de autores del que venimos hablando surgió al refugiarse de la realidad a golpe de humor, una nueva dramaturgia que comenzó antes de la guerra civil. Más allá de divagaciones existenciales, Jardiel aún hoy por hoy no es recibido ni entendido como merece. Transgresor y atrevido rompe con una conciencia social que dudo cambie nunca: las bases de la sociedad, la gran mentira nunca entenderá a Jardiel. Un hombre que nos explica el teatro de la vida a base de situaciones absurdas mantenidas sobre las tablas de la realidad. España pasaba los años más duros de la historia reciente, esa no es época en la que nadie desee nacer, pero el español es muy diferente al resto de los europeos, el español tiene intrínseco en su ADN la picaresca, el humor, folclore y vitalidad (o tenía, tal vez nos haya afectado el agujero en la capa de ozono). Lo que hizo Jardiel junto a otros integrantes de la llamada por López Rubio “otra generación del 27”, fue una llamada a la alegría.
A los que afirman que se adelantó a su tiempo, como si de un piropo empático se tratara, les diría con el fanatismo jardielesco que me arrasa, que Enrique Jardiel Poncelanació cuando debía nacer (eso sí, se adelantó a todos los tiempos).
“Sin Ramón Gómez de la Serna, muchos de nosotros no seríamos nada. Lo que el público no puede digerir de Ramón se lo damos nosotros bien masticado para ser digerido, y lo acepta sin pestañear”
Enrique Jardiel Poncela
Vivía España un momento muy especial y eso se reflejó también en la literatura. A principios del siglo pasado nacieron y se unieron en vanguardia una serie de escritores con ganas de renovación, Dios los crió y ellos se juntaron. Miguel Mihura, Alejandro Casona, Javier López Rubio y Neville serían algunos de sus compañeros en esta aventura. Enrique Jardiel Poncela sería de los primeros tras la estela de Lorca en introducir el surrealismo en el teatro, para llegar a lo que se terminaría llamando el teatro de lo absurdo, que nada tenía de absurdo. Antes de llegar la otra generación del 27 en el Teatro español imperaban dos vertientes, la seria con Jacinto Benavente (que de seria no tiene nada pero así era entendida), decir que su crítica social es de las más humorísticas y descarnadas que he encontrado en la literatura española. Junto a Benavente, Linares Rivas y los neorrománticos Marquina y Villaespesa o los hermanos Machado. El genial Valle Inclán, Unamuno, el humor intelectual de Azorín, el humor surrealista de Lorca… un teatro que no hacía taquilla.
Por otro lado encontramos el teatro cómico convencional, el del chiste, el doble sentido y juegos de palabras como el de Arniches o los hermanos Álvarez Quintero y el Teatro que seguía la astracanada de Muñoz Seca y de Pedro Pérez Fernández, pero el retruécano re-cansa (sic) y fue entonces cuando apareció Enrique Jardiel Poncela, bien heredado de su amigo Ramón Gómez de la Serna, del periodista Julio Camba, de Wenceslao Fernández Flórez, Jardiel trajo una serie de libertades y de transgresiones, un humorismo distorsionado, absurdo, iconoclasta e intelectual que ataca los mecanismos de la inteligencia: dicen que huía del chiste fácil, pues a veces si y otras no (en algunas obras es más predecible que en otras pero combinadas con buena dosis de ese su cinismo moderno en el diálogo escénico), ese humorismo elegante y virtuosismo en el lenguaje, su firma es admirable e inconfundible.
El salto de esta generación fue del teatro cómico al teatro del humorismo, el humorismo evita lo cómico ya que lo cómico es la tumba del humorismo, el humor es puro sentimiento, una situación trágica que termina en sonrisa o una alegre que termina haciéndote llorar para volver a ser rescatado por la tragedia de la risa. Cuando Ortega y Gasset dijo que “el arte nuevo era fundamentalmente cómico” tal vez debió decir humorístico. Este nuevo teatro desaparecería en los años cincuenta con Buero Vallejo, cuya lucha contra la injusticia se plasmaría de una forma más comprometida y dramática.
Jardiel era un experto en complicar las situaciones para luego arreglarlas e introducir el temor con humor unido a lo imaginario aunque en todo momento se mantiene la conexión con lo real, esto es lo que el mismo Jardiel llamaba ” la locura en libertad vigilada”. La irrealidad como alma de la realidad y justificada por ella, algo muy contemporáneo. Jardiel trajo una sonrisa nueva, dio la vuelta al humor en medio de un panorama ávido de cambios, con sus consecuentes problemas con la censura. Parece que por aquél entonces la incomprensión al autor era tan elevada que incluso fue tachado de franquista por los exiliados políticos en América, lo que le llevó a consecutivos fracasos y problemas en Uruguay.
Se puede pensar que su obra no fuera censurada suena sospechoso pero Jardiel se cuidó de no traspasar algunos límites. Tal vez, su libro más arriesgado fue La Tourneé de Díos, una novela dedicada: A Dios, que me es muy simpático. Pero este libro se editó cuando España se regía por el sistema republicano, no era un libro de circunstancias y a pesar de que el humor suavizase su temática fue censurado antes de la guerra. En sus propias palabras : No me valgo de un régimen democrático, ni de la hegemonía del liberalismo, ni del éxito del laicismo para burlarme de las derechas…No sólo no es un libro escrito contra las derechas sino a pesar de su aire irreverente ESTE LIBRO NO ES UN LIBRO ANTIRRELIGIOSO.¿ Por qué no es antirreligioso este libro? ¿Quizás porque tampoco es antirreligioso su autor? ¡Ay! EL AUTOR: (suspirando) – ¡Cualquiera sabe ya lo que es uno!
Hago referencia a estas palabras porque aunque la tournée no sea una obra de teatro si lo es, porque es una novela dialogada y uno de los puntos que desarrollaré en el venidero ensayo se centrará en sus introducciones, auto críticas y en cómo, en contra de lo que defienden algunos, Jardiel si sometía a su obra a una auto censura tanto en pro de mantener su público como para no tener problemas con el régimen de turno. El espectador en general miraba a Jardiel con escepticismo, recordemos que estamos tras la segunda guerra mundial y en una España en pleno conflicto.
Teatro
“ …El Teatro es un instinto, no un arte: porque el Teatro, para ser, tiene que gustar a las masas espectadoras, y si no gusta a las masa espectadoras, no es, tanto que las artes lo son sin requisito, incondicionalmente: per se” Enrique Jardiel Poncela en una carta a Alfonso Sastre
Para Jardiel una obra de teatro escrita no existe hasta que es representada, necesita a su público, lo que por un lado parece respeto a este público estoy segura que enervaba terriblemente al autor, esa condescendencia obligada que le llevaba a hacer las obras más comprensibles o masticadas debía de sentirlas como una amputación a su imaginación desbordada. Jardiel llegó a modificar textos, diálogos, situaciones y auto censurarse actos enteros para llegar a todos los públicos, una pena, pues talvez el público del auténtico Jardiel no fuera mayoritario pero si fiel y agradecido. No quiero decir con esto que cayera en absoluto en los tópicos y chabacanería popular, porque a pesar de los cuidados y moderaciones que tuvo Jardiel Poncela en sus obras mantuvo siempre un humor inteligente jugando con la inteligencia y la razón -que pocos llegaban a entender-, esto unido al don del verbo fluido y preciso hace que sus trabajo sea de una calidad exquisita.
Reincido en que, consciente de la importancia del espectador, siempre lo tuvo presente a la hora de escribir sus obras, incluso en alguna los actores se pasean por el pasillo haciendo sentir a la concurrencia ser parte de la obra. Lo que sentía Enrique Jardiel Poncela hacia su público no era tanto respeto como obsesión y deseo de taquilla, el público es el alimento de una obra y de la que aún está por escribirse. Intuyo una relación de amor y odio con su público, con independencia de sus fieles, porque gracias a Dios (ese Dios que se pasea por la tierra en Tournée) siempre tuvo seguidores que no dudaban de su talento, palabra que se nos hace epíteto acompañando el nombre de Jardiel. Aun así fue y continúa siendo un gran incomprendido. Casi puedo oírle pensar “Si estuvierais preparados para lo que tengo en esta cabeza y lo que siente este corazón, todo sería mejor, el mundo sería mejor, mi obra sería mejor, si cabe”
Esta obsesión con el público puede parecer contradecirse con la propia opinión de Jardiel sobre su Teatro: admirador de Lorca, ambos declaraban querer romper con el teatro clásico y así lo hicieron. Federico trajo el Teatro “bajo la arena”, lo que hoy se entendería como un Teatro underground con una Barraca itinerante que viajaba por la península; Jardiel Poncela por su parte quería combatir el teatro que nace para complacer el gusto del público, lo que llamaba el teatro asqueroso. Rompió y alumbró la herencia de Ramón Gómez de la Serna, es innegable, pero su ruptura no consistió tanto en no hacer caso a la demanda sino como crearles otras necesidades, una nueva perspectiva, una forma diferente de entretenimiento, pero bien cuidada de gustar.
Otro ejemplo de su inteligente moderación es el retrato de las diferentes clases sociales, cosa que hace con gracejo y sin exageraciones, cuidándose de no ofender a nadie. Este recurso apareció en general en toda la generación del 27, pues según se caminaba hacia la democracia fueron apareciendo nuevas clases sociales como el estraperlista, el burgués pobre, el militar bien avenido…Uno de los personajes repetidos por Jardiel en sus obras es el mayordomo que en general desempeña con frases ocurrentes y chisposas la labor de vínculo entre las clases. Las situaciones disparatadas caminan sobre las reales en una comunión que nunca deja indiferente al espectador, las puestas en escenas y la interpretación continuaban siendo tradicionales, tal vez sus escenografías y el diseño de sus decorados cambiaron tras su aventura en Hollywood, llegando a jugar un papel más importante sus obras.
La originalidad de Jardiel Poncela consistió en no centrar toda la atención en la palabra como se venía haciendo sino combinar palabra y acción; consiguió un humor situacional, introdujo nuevos elementos en la situación dramática, situaciones de romanticismo escéptico, temor, asesinatos, desapariciones, fantasmas, imaginación, lo inverosímil que no es tanto como paradoja, situaciones complicadas, la muerte, el tiempo y sobre todo la intriga… Jardiel innova introduciendo la intriga racheada a lo largo de sus actos manteniendo así la atención del espectador que elucubra con lo que está aconteciendo para terminar siendo sorprendido.
Enrique Jardiel Poncela cuenta con obras que son parodias literarias en sí mismas, donde la situación teatral pierde importancia y tiran del carro la ironía y la paradoja al trote de la palabra. A lo largo del ensayo analizaré las diferentes obras de Jardiel Poncela partiendo desde este planteamiento en cuanto a la importancia situacional hasta la lingüística, así pues encontraremos tanto obras basadas en planteamientos dramatúrgicos con un exquisito enfoque y desarrollo y espectacular inteligencia, como es el caso de Eloisa está debajo de un almendro o Blanca por fuera y Rosa por dentro, otras entretenidas y enrevesadas, obras que se acercan al folletín y que no presentan novedades en cuanto a la trama o el desarrollo, otras en las que pondera la imaginación, en las que introduce personajes disparatados en un careo con el público, al que desafía hasta el final donde por fin entiende la obra, como Los habitantes de la casa deshabitada. Y es que cultivar un jardín de jardieles es cultivar tanto éxitos como fracasos, hay pájaros que lo devoran por suculento y otros que lo picotean con sus malas críticas.
El lenguaje jardielesco
Jardiel Poncela tenía confianza en su capacidad creadora como dramaturgo, basada en su imaginación y rematada en el don de verbo fluido y precisión de sus palabras, era grande y era consciente de ello. El lenguaje teatral, el diálogo y la palabra dramaturga buscaban ser originales tras la estela de la melodía del humor vanguardista.
Uno de los recursos lingüísticos que más me impresiona es el de reírse de los tópicos, burlándose de ellos, tomándoselos en serio o al revés que es lo mismo. No hay una obra de Jardiel en la que no introduzca alguna novedad: mezcla todas las formas del lenguaje y jergas, que aparecen ligadas a los personajes de tal manera que sin necesidad de descripción entendemos el extracto social al que pertenece sólo a partir de su diálogo.
Como he dicho, el poder situacional de las obras de Jardiel Poncela no deja de lado el poder de la palabra: en ese sentido Jardiel sigue la tradición escénica y proyecta en el diálogo el instinto humorístico cuidando el lenguaje con mimo haciéndolo parte de un todo, como el que coloca un jarrón en el lugar exacto. Jardiel juega con las figuras literarias mezclándolas todas en este inverosímil jarrón, llegando al absurdo verbal, confundiendo los elementos lingüísticos mucho más allá de los elementos situacionales. Es esto lo que a mi personalmente me enamora de Jardiel, un lenguaje que se me hace erótico por su ritmo y que despierta con una sonrisa la conciencia que nunca debió dormirse. Jardiel entrega el alma cuando derrama su pluma.
a suivre…