Madame Bobarín por Guillermina Royo-Villanova
Capítulo I
Los libros no están hechos para que uno crea en ellos, sino para ser sometidos a investigación. Cuando consideramos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué significa.
El nombre de la rosa. Umberto Eco
Introducción
Todo ha de ser un poco insólito en este mundo porque lo contrario de lo insólito es lo común. Es decir, una lata
Julio Cortázar. Relatos.
Dos veces cuerdo es el recuerdo. Vamos, que de la teoría las cuerdas -la otra, no la cuántica, no se fíen. Es un mito urbanorural porque en el mundo este no he conocido a nadie cabal. Bueno, a uno pero aún me resulta sospechoso. Lo bueno es que cada cual recuerde lo que le de la gana y como le dé la gana. Es como el bonito trabajo del historiador, que te vende su peli y ahí la deja por siglos y es que los fakes de ahora son los de antes. Menos mal que la memoria selectiva es más bondadosa que la histórica porque sólo quiere que seamos felices sin dar la lata a nadie y tal vez, sólo tal vez, haya algo de eso en esta historia.
Bobarín se sabe afortunada porque desde niña vivió las cosas como le dio la gana. Nunca le importó que la compararan con las cabras porque era cabrera y se entendía muy bien con ellas ya que veían a todos como borregos. Desde entonces vive a su manera y lo hace por pereza para no tener luego que adornar el pasado. Esta historia no es influjo de supervivencia. No. Esta historia se escribió así porque la verdad, como el humor, no está más que en el ojo que la observa. Bueno, y en este caso también un poco en la pluma del que la escribe. En realidad, viendo el mundo, viéndolo de verdad, no hace falta soñar.
Datos de interés, si va a seguir usted leyendo:
Se entiende por Bobarismo el estado de insatisfacción crónica(1) de una persona producido por el contraste entre sus ilusiones -a menudo desproporcionadas respecto a sus propias posibilidades- y la realidad. En algunos casos, esta pesadumbre lleva a la persona a una conducta de superación propensa a terminar en grandes aventuras y descubrimientos, consiguiendo así una vida plena y satisfactoria. El término fue acuñado por primera vez por el sexto marido de Federica Melisenda Simona (posteriormente Madame Bobarín), que se ha convertido en el prototipo de la insatisfacción satisfecha. Bobarín ha trabajado siempre en la DIRECCIÓN GENERAL DE LA ILUSIÓN RECOBRADA (Negociado de ilusiones compartidas).
Unas memorias contrastadísimas
El año 1953 es recordado por los hechos acontecidos en Rascafría, Valle Alto de Lozoya, Madrid. En el albor del 3 de enero de aquel glorioso año nació Federica Melisenda Simona, hoy Bobarín. Aquella mañana hacía tanto frío que el recién parido retoño quedó congelado antes de escurrirse de las manos de su madre cayendo al suelo y rompiéndose en mil pedazos.
– Es una muñeca rota. ¡Pobre chica, teniéndolo todo y mírala!- decían ya las malas lenguas del pueblo.
Pero su abuela que tenía mucha paciencia la pegó, luego le siguió pegando su padre algún cachete que otro pero siempre por su bien y es que en aquella época los padres pegaban a sus hijos para desahogar sus frustraciones pasándoselas así a sus vástagos como legado. Ahora esta técnica está desapareciendo ya que en estos tiempos en lugar de heredar un negocio familiar o una vivienda los jóvenes heredan hipotecas, que viene a hacer de frustración.
Federica Melisenda nació a la edad de diez años, por eso actualmente se los quita con ayuda de su cirujano plástico que tiene una fábrica de señoras. A los 20 años de edad -que son 10-, cambió su nombre por el de Madame Bobarín, nombre que de inmediato relacionamos con la famosa inventora de la técnica “ Vualá(2)” aunque algunos la conoceréis más por ser la pionera en el práctico truco de convertir el hipo en música. Técnica que utilizó para cantar la famosa Zarzuela La Revoltosa en el Teatro Español.
Como nació hecha mil pedazos desde bebé fue una mujer hecha y derecha. Llevaba ventaja a todos los niños del pueblo y cuando llegó a la adolescencia, mientras sus amigas se sentían las chicas «más desgraciadas entre las desgraciadas» en temas de mozos, Bobarín se saltaba la edad del pavo y de las pavas.
Aquella niña traía un alma decadentista de serie y como a una le pone lo que desconoce, anhelaba vivir en la Francia del SXIX y ser la protagonista de una novela del romanticismo. Una por ejemplo de Flaubert como Madame Bovary, para así poder vivir en sus carnes y entender mejor tales tragedias que le daban tanta risa. Y aunque no llegó por los pelos -que se le quedaron enganchados un siglo-, consiguió algo mejor y apenas sin esfuerzo: vivir en varias realidades, en todas las épocas, idiomas, continentes e incontinentes. Y es que hay que ser muchas para llegar a ser una sola.
La vida o es una aventura no es naaaa y con el tiempo el viaje que emprendió Bobarín el día que se rompió en mil pedazos, fue más allá de todos los mares, de todas las fronteras y de todas las creencias. Y llegó muy lejos la tía. Porque nunca tuvo la intención de llegar a ningún sitio.
A esto lo vino a llamar el efecto Coriolis, que suena a efermedad pero no. Este efecto se produce cuando tus padres te lanzan al Norte -para que no lo pierdas-, pero la inercia del giro de la tierra y sus cosas te termina llevado al Este y al Otro y al Aquel.
Consciente de estas cosillas y con 100 kg encima Bobarín camina sin mochila porque los pecados mejor dejarlos en la cuneta para alegrarle el día a algún criticón. En cualquier caso y aunque le guste viajar ligerita de equipaje, no tiene ningún complejo por su peso.
«Es mejor verse medio llena que medio vacía «
Declararía más tarde en la revista A dieta tu tía. En el magazine, Bobarín ofrecía cada semana una didáctica gimnasia para engordar. En realidad fue siempre «tan optimista» que daba asco y «tan buena» que decidió quitar esos ascos al personal(3).
Con dos meses de vida -doce años y dos meses-, ya comenzó a resultarle raro el mundo este. No entendía por qué todos decían lo contrario de lo que pensaban cuando se les notaba tanto lo que pensaban. Parecía que necesitaran a alguien que les enseñara a hacerlo bien o un poco peor, que es lo mismo.
Ante estas vicisitudes siempre terminaba en la cantina. Bobarín es muy de cantinas. Sólo con dos años era la alegría del Bar del Pueblo, que se llamaba El Bar del Pueblo. Con todos hablaba, con todos reía, con todos bebía. Aquella niña redonda y jaranera era un prodigio en todo lo que se proponía aunque, hay que decirlo, algo torpe a los dardos. Cuando al cumplir tres años ganó al alcalde jugando al dominó, fue denunciada por la parroquia del pueblo por intento de violación al párroco. Esta nefasta partida bastó a Bobarín para comprender cómo iba en realidad el juego del «dominó» y comenzó a dejarse ganar a todo. A todo menos a la dominó.
Refugiada en su amiga Gabina, en la lectura y en sus cabras, Bobarín vivió una alegre infancia correteando por los campos convencida de que algún día se labraría un buen pasado. Lo que no sabía este alma cándida, es que aquel viaje ya había comenzado.
Si la imaginación nos hace más humanos que la inteligencia, Bobarín, que a su corta edad andaba sobrada de ambas, era menos humana que la imaginación.
(à suivre)
(1) O síndrome de Madame Bovary. Esta insatisfacción crónica deviene del desequilibrio entre aspiraciones desproporcionadas y la bonita realidad que suele venir a frustrarlas. La búsqueda del amor romántico -el cursi- suele llevar a relaciones destructivas. Vale, Bobarín ha cogido todo esto y se ha puesto el mundo por montera.
(2) O técnica «voilá», consiste en desembarazarse del sujetador y corsé sin quitarse una o uno la camisa, ni la chaqueta o auriculares y sombrero.
(3) Una bonita palabra que acortaría mucho los discursos políticos y las discursas anárquicas y esas cosas y cosos.
Madame Bobarín por Guillermina Royo-Villanova