Un ensayo escrito y revisado de G.Royo-Villanova en vete tu a saber cuántas entregas
La polifacética vida y obra de un humanista del SXX

Enrique Herreros fue un hombre polifacético motivado por las innovaciones del comienzo del siglo XX, cuando el ámbito sociocultural estaba en pleno proceso de cambio.
Herreros formó parte de una generación que se desarrolló en un tiempo de experimentación y modernidad en Europa, donde las artes comenzaban a soltarse la melena y las mujeres a cortársela.
Aunque España iba rezagada a este progreso los escritores y pensadores de la generación de 1914 atraídos por la cultura europea analizaban los problemas de España desde esa nueva perspectiva. La propuesta de estos antecesores de Herreros como Gómez de la Serna, Marañón, Julio Camba u Ortega y Gasset, consistía en modernizar intelectualmente el país.
Se puede decir que Enrique Herreros era un humanista en las nuevas artes de aquella vanguardia. Se atrevió con el cine, los collages y la publicidad. Un experto pintor, grabador, ilustrador, director de cine, actor, cartelista, fotógrafo, escritor, bibliófilo, esquiador -respiren-, sobresaliente montañero e hincha del Real Madrid. Todo esto era producto de una personalidad jovial en un hombre ocurrente, con un talento especial, una voluntad de hierro y un verdadero devoto de sus pasiones y aficiones.
Contexto Histórico
Todo movimiento literario y cultural tiene como influencia el resto de la historia que le precede, en especial la de la generación anterior, así pues el humorismo en España tiene un larguísimo recorrido en cuanto a sus formas con su respectiva explicación sociológica. Voy a ceñirme pues a las influencias más inmediatas que dieron paso a esta generación de humoristas del 27 y en especial a la más directa influencia en Herreros.

A mediados de siglo Europa se recuperaba del Holocausto. El hambre, las epidemias y la pobreza dejarían su huella en los pensadores del momento. Eran tiempos de posguerra mundial. España además se recuperaba de una Guerra Civil que se había llevado por delante a más de un millón de españoles. Una España ruinosa de represión y hambre en la que se moría de tifus, tuberculosis y hasta de pena. Un país cuyo estómago dependía de una cartilla de racionamiento de alimentos de primera necesidad, una España sumida en el rencor dentro un panorama de dogmatismo, cursilería y necedad.

Los cambios comenzaron el 14 de abril de 1931 al proclamarse la Segunda República con el derrocamiento de la monarquía. El desastre del 98; la crisis en torno a la Restauración, la crisis económica y la lucha por la perseverancia de la soberanía absoluta dio lugar a la aparición de una nueva generación que empezaba a notarse ya en los años 20. Herreros comenzaba a reírse de las viejas costumbres y a acercarse más a las izquierdas que a las derechas. Sin embargo la Guerra Civil trastocó el destino y el camino de Herreros como de tantos otros españoles.
El humor en las publicaciones satíricas de entonces empezaba a aburrir a los lectores con tanta consigna y chiste sobre crítica política. El ambiente en general de la prensa era de adoctrinamiento, discurso y oratoria.
Con la consolidación del SXX y la revolución de las costumbres y del pensamiento, los nuevos transportes y la consagración del cine llevó a la búsqueda de otro concepto de humor más moderno.

En cuanto a las publicaciones periódicas, el periodo anterior a la guerra estaba monopolizado por el articulista. Fue entonces cuando aparecen Julio Camba, Ramón Gómez de la Serna y Wenceslao Fernández Flórez para renovar el tono periodístico. tras su estela fueron apareciendo otros como Jardiel Poncela, Tono, Mihura, Neville, José López Rubio… abriéndose paso a una nueva época.
Esta generación del 27, la de los humoristas, declaraba la guerra fría a la intolerancia y la censura. El Humor Nuevo viene a proclamar el absurdo ante lo absurdo de la situación.
Muchas veces bajo la apariencia de inocentes textos de humor encontramos una descarnada crítica social. Algunos con menos disimulo, como Evaristo Acevedo que disparaba directamente encarcelando a ministros en su Cárcel de Papel. Aunque la crítica sociopolítica no había desaparecido, ahora compartía páginas con otro temas y eso si, había cambiado radicalmente en las formas. Había desaparecido todo lo predecible. El lenguaje heroico que hasta entonces se había utilizado era lo que menos quería leer una juventud que tras la guerra estaba sedienta de libertad.

Para los rancios anclados en la nostalgia publicaciones como Gutiérrez (que ya existía en la República) eran un grano donde más les molestaba, ya que a pesar de su inofensiva apariencia intuían un ataque a todo lo que ellos significaban. Incluso en los textos más surrealistas de Tono o Mihura encontramos una constante crítica a la sociedad burguesa, a los estereotipos y a la falsa moral.
Esto lo conseguían con un continuo juego e intercambio entre el surrealismo, lo absurdo, la realidad y lo onírico. Un juego que ridiculiza lo gregario, las frases hechas, las expresiones repetidas como parte de una vida “políticamente correcta” muy lejos de la democracia.
Durante la Guerra Civil Enrique Herreros trabajó para las oficinas que Filmófono tenía repartidas por la zona nacional (Bilbao, La Coruña y Sevilla), además de colaborar para La Ametralladora como veremos más tarde, lo que combinaba con el diseño e ilustración de anuncios que ya hiciera antes de la guerra y con los textos y fotografías para la sección de montañismo en el semanario Marca. En aquel entonces residía en San Sebastián donde gracias a su amigo Miguel Mihura tuvo acceso a publicaciones europeas, a los vanguardistas franceses y al humor italiano.

El grupo pertenecía en general a una clase acomodada, acomodada y culta que no se dejaba intimidar por la represión y gracias a estos “señoritos” que hicieron gala en sus estampas y textos de una actitud de rebelión intelectual a través de la burla hacia el orden establecido, se dio un impulso a la nueva generación hacia la tolerancia e independencia mediante el instrumento de la sonrisa. Estos humoristas perseguían todo lo falso de la sociedad y el convencionalismo de los sentimientos estereotipados con su pacífico ejército de muñequitos cabezones, artistas imaginarios, aventureros sin cabeza y pasatiempos enloquecidos. Tras la guerra aparecieron dos nuevas clases sociales, “el nuevo rico” y “el estraperlista callejero”, que junto a la burguesía les daría mucho juego como temática.
La revista semanal La Codorniz fue para muchos jóvenes una ventana abierta a la libertad, al diálogo ante la violencia y un paso definitivo hacia la esperanza. Algo se estaba cociendo en aquellas páginas. Los colaboradores de este tipo de publicación comenzaron aportando lo que Herreros llamaría gracia nueva. Un humor promotor de la libertad intelectual a través de la ruptura con los esquemas del pensamiento tradicional.

Como hemos dicho eran “señoritos bohemios”, también hay que decir que muchos de ellos eran sordos de audífono en oreja, aunque paradójicamente esto no se comenta tanto. El grupo no comulgaba con las injusticias del régimen, no sólo por la parte que les tocaba en cuanto a la censura sino porque eran conscientes de que el conflicto entre los españoles se debía a una circunstancia que les había obligado a posicionarse, muchos de sus colegas eran republicanos y viceversa. Evidentemente la guerra polarizó los sentimientos y los amigos de tertulia terminaron en uno u otro bando pero solía prevalecer la amistad.
Son muchos los ejemplos de estas amistades entre las dos españas, tan bien reflejado en la película La Vaquilla de Berlanga. Más allá de los intereses políticos, llegada la guerra cada uno debía barrer para casa y buscar el camino más fácil para la seguridad de los suyos pero pocos de los que no emigraron destacaron por su implicación en la causa. Podías encontrar hermanos de sangre en diferentes bandos, como pasara con los Machado y entre amistades de la generación del 27, así pues, José María de Cossío, experto escritor taurino también colaborador de La Codorniz, tras la Guerra Civil utilizó sus influencias para lograr que a Miguel Hernández se le conmutase la condena a muerte por la cadena perpetua, que resultó ser de muerte. Muñoz Rojas y Vicente Aleixandre apoyarían y ayudarían a la mujer e hijo de Miguel durante su cautiverio y tras la muerte de éste. La pasión por la literatura y las artes crea una unión que no pudo separar los conflictos creados por una guerra que fue creando rencor y odio en un pueblo sediento de paz. Un conflicto que aún hoy en día sigue levantando ampollas en el fervor de la memoria histérica. Así funcionan las guerras hasta cuando no funcionan las guerras.
También tuvo Herreros situaciones parecidas. En su faceta de alpinista hizo su primer ascenso el asturianu picu Naranjo de Bulnes, con sus amigos Juan Bautista Mato y Silvino Ronda. Poco después Enrique y Bautista lucharían con los Nacionales y Silvino formaría parte del Batallón Alpino de los Republicanos. Al acabar la guerra Herreros y Bautista hicieron lo posible por liberar a Silbino cosa que consiguieron, reanudando sus aventuras en la montaña. Hubo amistades inquebrantables pero también hubo traiciones, así Herreros al estallar la guerra fue detenido por algún chivatazo de alguno de sus amigos Peñalaros de la sierra de Guadarrama, aunque de este contratiempo salió airoso y mantuvo en secreto al culpable.
Un tópico en esta generación de humoristas en los primeros años de su aparición sería la mala interpretación por parte del lector; recordemos que estamos en la España del burdo chascarrillo. Diría Herreros cuando le preguntaban por sus pinturas:
Yo ciertamente pinto en serio pero lo toman en broma, otras veces pinto en broma y me toman en serio
Muy parecida apreciación a la que tenía Mark Twain y otros tantos en cuanto a cómo era entendida su obra. Hablando de Twain, el hombre que dejó de fumar veinte veces al día, podríamos atribuir a esta generación otra de sus sentencias, en la que considera que “ la risa sin tinte de filosofía es sólo un estornudo de humor, ya que el humor genuino está lleno de sabiduría”. Esta sabiduría o filosofía camuflada no era siempre percibida por el lector y fue un arma de doble filo, por un lado muy eficaz contra la intolerancia y la censura y por otro mal entendida por los lectores que no estaban educados a salirse del significado literal de los textos y estampas cómicas.
…debemos adelantar los tiempos en nuestros corazones…
R.Gómez de la Serna, Ismos
En definitiva, Herreros fue un continuador de Cervantes, Goya, Quevedo, Solana, Castelló, del esperpento de Valle Inclán y de Ramón Gómez de la Serna. Tal vez siendo éste junto a Goya y Solana lo que en ideología y estética más marcaran al autor con esa sátira goyesca inolvidable que demostró sobretodo en sus grabados haciendo gala de una rebelión intelectual a través de la burla y una sonrisa poética.
En el estilo de Herreros como en el de Gómez de la Serna de funden las vanguardias europeas con el barroco español.

Herreros y Goya
Como buen madrileño y amante de la pintura bebió de las aguas del Museo de Prado. La sátira, la estética y cromatismo de Goya están impregnados en la paleta de Herreros. Arrastrado por sus inquietudes pictóricas y su afición al grabado que aprendería en la Universidad de San Fernando se situó tras la estela de Goya, el Bosco y Solana entre otros. Esto no quiere decir que como hombre de su época no tuviera la recíproca influencia con sus contemporáneos como Antonio de Lara, Tono o con movimientos estéticos como el Art Decó. Herreros preparó al público para aceptar un lenguaje atrevido en las formas y en los contenidos, influyendo con notoriedad en el actual diseño gráfico y estética. José María Pérez, Peridis, escribiría sobre el autor:
Me atrevo a afirmar, sin ningún atisbo de duda, que las diferencias plásticas entre los humoristas españoles y los anglosajones se deben principalmente a las influencias de Herreros. Esto es a que los ecos de las pinceladas de Herreros no se han apagado todavía y a que siguiendo sus pisadas en la nieve , por los campos y montañas del humor español, han transitado generaciones de humoristas gráficos sirviéndose de la paleta que llevaba Herreros en la mochila y que estaba cargada de sus pinceladas, pero también de las de Velázquez. De las de Goya y de Solana. ( Herreros traductor de Goya, La Codorniz de Enrique Herreros)
En 1946 Herreros hacía su segunda exposición en la galería Arte Estilo, una exposición compuesta por más de cuarenta aguafuertes , quince de ellos bajo el título “La tauromaquia de la muerte” y once identificados como Los Muertos, donde sin duda el recuerdo de Goya es inevitable en esa danza con la muerte.
Herreros autodidacta

El 29 de diciembre de 1903 nacía Enrique García-Herreros Codesido en el madrileño barrio de Malasaña. Más tarde cambiaría su apellido en pro de un nombre artístico más corto. Su padre Don Abelardo García-Herreros y Cortés era funcionario del Catastro de la Riqueza Rústicadestinado en la tesorería de Murcia. Harto de vivir lejos de su familia consigue en 1902 incorporarse en Madrid como oficial de tercera clase de la Intervención General de la Administración del Estado.
Su madre Doña Blanca Codesido que quería haber tenido una niña le ataviaba con vestidos y lazos a la vez de instruirle en las artes y educación de una señorita de provecho. Cuando oía a su madre decir que debía ser una “niña” él se preguntaba “por qué no lo había conseguido y él no había resultado femenino…”
Aquellos tiempos vestido de niña fueron muy duros para Herreros. Fue un niño solitario, vestido de chica, que pasaba el tiempo encerrado en su dormitorio. Herreros diría más tarde: “…luego aprendí que se puede vivir en un pedazo y tener el horizonte de una hormiga…”
A los doce años, en 1915 asistía a la Escuela de Artes y Oficios hasta que un día uno de los profesores decidió expulsarle por su clara ineptitud para el dibujo al encontrar sus ilustraciones como ridículos garabatos sobre el papel y es que Herreros ya estaba perfilando un estilo y personalidad propia.
Al dejar la Escuela de Artes y Oficios comprendió que debía ser autodidacta.
Completado el bachillerato con buenas notas se prepara para estudiar Ingeniería Industrial, sin embargo llega a su casa una citación para el Cuerpo de Artillería. Como el tema de Marruecos estaba muy latente y se iba a replegar nuestro ejército para la defensa de Melilla, Tetuán y Ceuta, su abuelo consiguió que se acogiera al reclutamiento de los llamados soldados de cuota con servicio limitado previo pago.
Su padre insistía en que hiciera oposiciones a “una cosa del estado”, que eso siempre está muy bien. Herreros consiguió un nombramiento en la Fábrica Nacional de la Moneda pero él estaba decidido a dedicarse al dibujo y a la pintura. En ese momento decide cambiar su nombre por uno más corto y fácil de retener, así, para el disgusto de su padre, decide firmar como: Enrique Herreros.
Pintura y grabado
Como hemos visto Herreros bebió de los maestros Goya, Quevedo, Solana y Castelló entre otros pintores europeos a los que imitaba y admiraba como el Bosco y Modigliani.
En 1941 su amigo y arquitecto Fernández Peña con quien había compartido celda el La Modelo de Valencia, ,le convence para que de clases de pintura al óleo. Su primer cuadro al óleo sería un paisaje del Naranjo de Bulnes. Un ejemplo más de la imparable fuerza y ganas de aprender de Herreros es cuando con cuarenta años de edad al conocer a Francisco Esteve Botey, profesor de grabado en la Universidad de San Fernando le solicita clases extraordinarias. Esta decisión de aprender a grabar aguafuertes le llevó a un estudio más a fondo de la técnica de grabadores como Goya, Solana, Ricardo Baroja, Manuel Castro Gil, Hans Holbein y Hendrick Goltzius.
En 1944 su ya mencionado amigo Emilio Fernández Peña propietario de la galería de Arte Estilo expone 21 obras de Herreros imitando autores como Rembrand, Goya, Velázquez, Rafael, Solana o Vázquez Díaz. En 1946 inaugura también en la Galería Estilo su segundo vernissage (La tauromaquia de la Muerte y Los Muertos)

Entre sus diversos trabajos como ilustrador de libros aparte de su famoso Quijote, ilustra el libro de Wenceslao Fernández Flórez , El toro, el torero y el gato, o las 35 estampas eróticas japonesas que hizo en 1971 y que verían la luz en junio de 2003, editadas por EDAF y comentadas por Nati Mistral con un prólogo de Luis García Berlanga. El director cierra su emotivo texto con las siguientes palabras: “Fue Enrique el más envidiado del inefable grupo de amigos que enriqueció un largo periodo de mi vida. (Refiriéndose al dionisíaco clan de bon vivants del Café Gijón). Ese espacio vital de felicidad permanente del que no querías ni podías escapar.”
En 1950 expone las mencionadas setenta y cinco ilustraciones de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha en el Ateneo de Madrid. A lo largo de su vida hizo cuarenta y ocho exposiciones, individuales y colectivas.
(Más sobre los Tres Quijotes de Herreroa AQUÏ)
1 comentario sobre «En casa de los Herreros se tocan muchos palos (I)»